Nunca estuvo la mujer más sola respecto al amor y respecto a la maternidad. Se asusta y sucumbe con demasiada frecuencia a la exigencia de incondicionalidad, a la que toma como la prueba de amor; “trampa mortal”, la llama Piedad Ruiz. Cada vez que una mujer se ve envuelta en ese malentendido fatal de tomar la exigencia de incondicionalidad del hombre como prueba única, definitiva y cierta del amor, se encamina hacia esa trampa mortal. Se equivoca quien crea que esto sólo se da entre mujeres marginadas o torpes. No es así. ¿Dónde termina esa exigencia? ¿Cuál es su límite? ¿Qué puede regir la precariedad del amor si la prueba de su existencia está confiada al poder y a la fuerza? La mujer maltratada ha de saberse víctima de la cultura que históricamente la ha subordinado y dominado, víctima de la violencia del hombre, pero también posible víctima de su propia posición subjetiva. Ir a: El maltrato a la mujer. Ed.Síntesis (2006)