El psicoanálisis interpretativo y la investigación experimental

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Implicaciones teóricas y técnicas del concepto de pulsión

Una aproximación crítica a los modos de pensar los conceptos es importante porque las formulaciones que se emplean comprometen la práctica clínica. Las teorías psicoanalíticas más interpretativas tanto freudianas como postfreudianas que pivotan en torno al Complejo de Edipo se sustentan en parte en la idea de que la satisfacción de las necesidades del bebé por parte de la madre es fundamental para la posterior adecuada salud mental del infante. Este discurso ha repercutido clínica y socialmente en una culpabilización de la mujer ante cualquier dificultad o trastorno que sufriera el niño. Los hallazgos describen y prescriben. Nos encontramos entonces con un argumento circular en el que se tiende a poner excesivo énfasis en la influencia de la madre y al mismo tiempo su influencia es relevante porque así está constituida la sociedad. Pero a su vez, se responsabiliza a la madre por lo que seguirá perdurando este tipo de estructura social.

A partir de la experiencia clínica que se desprende del trabajo con niños se ha incorporado la importancia del vínculo en la construcción de la subjetividad. El mayor interés de este hallazgo radica en el papel activo del niño en la construcción del vínculo, que busca al otro como sujeto y no únicamente como objeto de la satisfacción. Lo que le da valor a su respuesta independientemente del acierto o no del cuidado de la madre.

El modelo de Fonagy por ser de corte positivista trata de describir y verificar el proceso de construcción de los vínculos intersubjetivos tomando estos como objeto de estudio. Al igual que otros modelos Psi su pretensión es alcanzar un rigor que medido por su objetividad y neutralidad consiga hacer formulaciones universales gracias a su carácter científico. El peligro de tratar de delimitar los trastornos, los síntomas o los vínculos de cara a hacerlos objetivables y medibles para su comprensión es que en la fase de contraste de hipótesis se termine por encontrar lo que se espera encontrar lo que viene condicionado a la propia descripción de aquellos, que estará en función del contexto sociocultural. Asimismo, la generalización de los resultados es difícilmente alcanzable dado que hay variables que se escapan al control del objeto de estudio como es la respuesta subjetiva. Cuando el psicoanálisis se convierte en marco interpretativo que da explicación a los resultados de la investigación experimental se arriesga a caer en una normatividad que no respete el síntoma como estatuto fenomenológico de la experiencia del paciente, ya que queda aislado del sujeto. La práctica clínica queda sometida a una legislación y subsumida en un modelo teleológico que busca encontrar la adecuación del sujeto a un supuesto orden adaptativo o natural. Si se naturaliza o se descontextualiza la psicología, se descarta la posibilidad de cambio y la disciplina queda a merced del poder.

Se ha planteando que los modelos psicoanalíticos de corte cognitivo como el de Fonagy de la mentalización son valiosos y útiles para la clínica psicoanalítica porque la técnica terapéutica que proponen permite un trabajo psíquico que, en fenómenos clínicos como los trastornos del límite, pueden ayudar a que el sujeto se sitúe en unas condiciones psíquicas de partida para un proceso de elaboración más propiamente entendido como trabajo del inconsciente. Su práctica también es de interés en los grupos terapéuticos y para la orientación psicoeducativa cuya prioridad sea favorecer una posición activa en la toma de decisiones, en la construcción del psiquismo y del conocimiento. Una crítica a este tipo de intervención terapéutica es que se pierde la parte más creativa de la elaboración al no incluir la pulsión en el trabajo de inscripción y articulación de la demanda inconsciente de cuyos modos de afección da cuenta la repetición.

Las terapias basadas en la intersubjetividad centran su intervención en el vínculo. Confrontan al sujeto en sus contradicciones afectivas, buscan que acceda a su experiencia subjetiva en la relación con los otros para así hacer su propio insight o toma de conciencia, es decir, saber que el otro es otro, saber de la diferencia sexual. Trabajan la empatía, el ponerse en el lugar del otro con la distancia que les separa del otro. Implica un trabajo de discriminación entre el sujeto y los otros en la medida en que se señala la posición del sujeto. Abordar así la disociación o denegación cuyo modo sintomático de experiencia subjetiva es característico de los trastornos del límite, permite una mayor flexibilidad en las representaciones mentales previas y una nueva atribución de significados sobre el mundo y en la forma de sentir a los otros y sentirse respecto de ellos. Supone una rectificación subjetiva que redirecciona la inscripción de la demanda inconsciente y sitúa al sujeto en la posibilidad de la acción. Así planteada, esta forma de proceder se asemeja más a la construcción que a la interpretación tal y como propone la clínica del sujeto.

El concepto de pulsión es fundamental, porque expresa la intervención del otro en el cuerpo, sin acudir a la explicación de la naturaleza como origen, ni a la adaptación social como fin. El motivo de que el ser humano sea pulsional es porque no se adecua a la naturaleza, no viene con un programa preestablecido que le indique cómo vivir. Es dependiente de un suceder contingente y por fuera del sentido, con la palabra como herramienta comunicativa para organizarse afectivamente en un marco cultural. Posibilita la construcción de significados y creencias compartidas que tienen la función de regular la falta de regulación mediante un ordenamiento metafórico. Tener en cuenta la condición traumática del ser humano (mas allá del trauma del nacimiento), y el conflicto pulsional a la hora de enfocar la intervención, es decir, la dinámica de dependencia del otro del que se está separado, es situar la mira en la angustia de desamparo originada por la escisión o vacío de la pulsión a partir de lo cual se inscribe y articula la demanda inconsciente o su fracaso. Revela un Factum que pone de manifiesto lo «invariante dentro de lo que varía» y facilita una comprensión de cómo se construye el núcleo del fantasma. Con invariante me refiero a la naturaleza pulsional del ser humano, lo que le es propio, lo que no cambia sin que conlleve un destino.

En la transferencia se parte de una diferencia de saber y poder que el paciente atribuye al analista en quien irremediablemente ha de confiar puesto que lo que se pone en juego es la vulnerabilidad de su dependencia infantil. El clínico no se ha de colocar como agente que detenta el saber y posee las claves para facilitar insights al paciente, es decir, como causa del devenir del sujeto. En este sentido, su intervención puede actuar como adoctrinamiento cuando el paciente recibe su palabra como Verdad confiado en que su asunción le ayudará a vivir. En cambio, hace el efecto de desviar la atención por fuera del conflicto psíquico. Frente a la construcción el exceso de interpretación interfiere la escucha de como se vinculó y separó de los padres en su recorrido infantil. Entorpece el descubrimiento que el sujeto pueda hacer de su propio saber y poder, entendidos como potencialidad, no como respuesta definitiva que viene de la atribución de autoridad.

El concepto de Epojé brinda un significado que si se adopta como actitud fundamental en la transferencia da la oportunidad para que el abordaje se caracterice por una escucha y atención creativa. Desde la perspectiva fenomenológica implica poner en suspenso las representaciones de la realidad, las propias teorías, incluso la realidad misma, para atribuir otro significado. En el contexto analítico vendrá dado por lo que trae el sujeto como vivencia singular. El sujeto se cuestiona a sí mismo y/o sus creencias cuando aparece la angustia. En el vínculo con el otro, que es sujeto y objeto a la vez, el aseguramiento afectivo como forma de acotar la angustia falla porque ambos no coinciden, se está separado del otro, del que se depende para vivir. Esta vivencia despojada de las creencias y afectos que forman el armazón que sustenta el fantasma abrirá camino al sujeto del síntoma y a su palabra como acto de parresía.

Las determinaciones inconscientes se gestan en el vínculo, en el modo de sentirse con la madre o las figuras significativas, en cómo el niño, en su dependencia radical, busca al otro al tiempo que lo rehuye, ya que para hacerse sujeto de su propia experiencia se tiene que separar. En el recorrido de elaboración de la pérdida que implica la separación se hace sujeto. En el proceso identificatorio el niño va incorporando al otro, en sus demandas, sus respuestas, sus deseos, sus estrategias defensivas, sus modos de aparecer como sujeto, sus formas de cuidar, en la expresión y modulación de la agresividad, desde la particularidad de su propia posición subjetiva, originada por cómo quedaron inscritas las huellas mnémicas resultantes de la experiencia de separación, del modo que tuvo de conservar al otro en su ausencia. Así, el sujeto hace al síntoma. Sus respuestas a los modos de afección determinarán la particularidad del síntoma y/en la construcción del fantasma. Puesto que la pulsión es irrefrenable, el deseo es su límite, y en este sentido, la angustia como destino de la pulsión no se acota sino que se encuentra en un proceso inacabado de búsqueda y construcción de afectos mediante el trabajo psíquico de desplazamiento que supone la elaboración.

En el recorrido de un análisis, el desprendimiento del fantasma viene de traer el pasado al presente en forma de recuerdos, de huellas de memoria en el cuerpo, del conflicto de la relación afectiva y afectada. Del abandono de viejas identificaciones por la elaboración de la pérdida y la separación de los odios en suma, que deja una puerta abierta a las nuevas. De cuestionar y desmontar las creencias y los afectos que llevan consigo para que el sujeto se vea en su posición sintomática. El componente fantasmático tiene su correlato en la conciencia como ficción que da continuidad de existencia, es decir, como identidad yoica manifestada como pensamiento narrativo que busca y construye un nuevo relato repetido de si mismo en el intento de organizarse libidinalmente con los otros. Si la intervención se detiene en el proceso de inscripción y articulación de la demanda inconsciente y en las variaciones con las que el síntoma se manifiesta por la repetición, la posibilidad de reinscripción abre la vía más creativa de la elaboración. La clínica del sujeto es la clínica del inconsciente, de la memoria y de la represión como trabajo psíquico de elaboración, pues no ignora la angustia.

Clara Morales

Espacio Clínico. Enero 2015