Repetición y síntoma

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Seminario de Piedad Ruiz: Huellas del Psicoanálisis en el Pensamiento Contemporáneo.

Curso 2014-2015: Síntoma y repetición.

Sesión del 21-11-2014. Ponente invitado: Francisco Pereña

“El concepto de repetición en el mundo griego es lo trágico, en oposición al universo cultural cristiano y occidental que está basado en la Historia. La historia, según dicen algunos pensadores, la inicia ni Tucídides ni Herodoto sino Polibio  y luego vendrá Hegel para subrayar que la Historia es una concepción del tiempo sometido a una ley universal. De ahí viene la idea de progresismo”.

 

 

 

Francisco Pereña. La repetición es un concepto ajeno a la cultura occidental. Tanto la religión como la filosofía occidental, que van juntos, se construyen a espaldas de la repetición. Desde el punto de vista cultural, aunque desconozco el pensamiento oriental, la repetición es fundamentalmente un término griego. El próximo libro mío se llamará Repetición e Historia y es un análisis sobre lo trágico. El concepto de repetición en el mundo griego es lo trágico, en oposición al universo cultural cristiano y occidental que está basado en la Historia. La historia, según dicen algunos pensadores, la inicia ni Tucídides ni Herodoto sino Polibio  y luego vendrá Hegel para subrayar que la Historia es una concepción del tiempo sometido a una ley universal. De ahí viene la idea de progresismo. En el mundo griego no hay eso. La historia se construye a partir del viraje de la religión cristiana hacia la idea de que hay una historia positiva de salvación. Entonces el tiempo es un tiempo mesiánico, es un tiempo que tiene un recorrido hasta la realización definitiva. El concepto de repetición es absolutamente ajeno a la historia. No es una ley, es el acontecimiento trágico que diría Esquilo. Es un acontecimiento.

Se puede decir que no hay posteriormente pensamiento sobre la repetición.  Nietzsche dedicó muchísimo a la repetición, Kierkegaard también, pero por ejemplo, en el caso de Kierkegaard que sí que fue retomado por Lacan, el concepto de repetición es un concepto religioso. Como sabéis, si habéis leído a Kierkegaard, es un concepto religioso basado en la idea de pecado aunque es verdad que él se sale de la idea de la historia mesiánica o de una religión positiva que tiene una promesa de salvación. A Kierkegaard lo que le interesa es la idea de pecado, que es muy cercano a lo que podríamos llamar el trauma en el sentido de que hay un abismo insalvable entre la criatura y Dios, y eso es lo que se repite para Kierkegaard. Por eso la repetición de Kierkegaard es un eterno absoluto. Es un eterno absoluto por el abismo que separa a la criatura de Dios. Es un  concepto de repetición que -yo creo- no interesa desde el punto de vista clínico.

La pregunta que nosotros nos vamos a hacer hoy es sobre la cuestión clínica en torno a la repetición y esto es importante porque, efectivamente, Freud habló de la repetición, Lacan habló de la repetición pero en realidad no mucha gente en el ámbito psicoanalítico habló de la repetición. Yo creo que fue un concepto muy difícil de manejar y dejado de lado. Lacan lo incluyó entre los conceptos fundamentales del psicoanálisis. Tampoco yo entiendo bien lo que Lacan entiende por repetición, me parece muy contradictorio y confuso. Y yo voy a explicaros mi idea sobre la repetición en la clínica.

Para empezar, yo creo que como sabéis la clínica psicoanalítica tiene dos conceptos fundamentales, es una formulación del propio Freud, que es la pulsión y el inconsciente, y yo creo que ahí está toda la cuestión de la repetición en la medida que le demos importancia clínica.  La importancia clínica de la repetición -lo adelanto- es  el síntoma. La formulación de Freud del inconsciente y la pulsión es fundamental para entender la clínica psicoanalítica, y lo digo y lo repito porque, efectivamente, ahí se han dado todos los malentendidos habidos y por haber en la clínica psicoanalítica, empezando por el propio Freud. Yo creo que el concepto de pulsión como yo lo defino, a mí me parece importante como alteración. Se puede explicar incluso en términos muy sencillos; es una alteración del código biológico.

El código biológico, por muchas vueltas que se le dé y que se le está dando hoy día en las neurociencias, es un código que significa que hay unos mecanismos reguladores que funcionan sabiendo lo que hacen, es decir, que el proyecto del código coincide con el mecanismo del código, si se puede decir así. Cuando yo digo alteración quiero decir que el humano en el sentido del sujeto se define por no saber. El animal sabe, y además, sabe vivir, sabe cómo satisfacerse, cómo reproducirse. El humano es el que no sabe; no sabe cómo se vive, no sabe vivir. A ese no saber vivir lo llamo yo la alteración del código biológico. No quiere decir que no haya código biológico, es que siempre con esto hay un malentendido, es una alteración no es un déficit, es que la condición subjetiva y lingüística del ser humano le estropea el código biológico pero no es un estropicio secundario, está en la propia condición del humano. Y creo que es importante porque precisamente esta alteración tiene un origen muy claro y es la presencia del otro en ese dominio biológico. Y este es todo el embrollo.

Entonces, tú tienes un código alterado y una presencia del otro, entonces lógicamente tienes un vacío porque el código no funciona, entonces no se acopla bien a sí mismo, hay una no coincidencia del código consigo mismo, es un vacío y por tanto tienes al otro presente todo el tiempo con lo cual hay un exceso. Y este lío, porque es verdad que ese vacío está producido por el otro, por el otro que es a su vez como exceso. Esto es importante y es sencillo, yo creo que tampoco es tan complicado de entender, me parece sencillo. Y entonces eso produce pues mucho trastorno. Y yo diría que la clínica psicoanalítica se orienta desde ese punto de vista a cómo incluir al otro en la vida pulsional. Cómo incluir, qué hacer con el otro, qué se puede hacer. Es lo que yo llamo la articulación de la demanda inconsciente, la posibilidad de articular un vínculo con el otro que haga de límite interno a la pulsión. Voy a volver sobre esto.

Quiero que tengáis claro esto, porque en la literatura psicoanalítica hay permanentemente una dificultad con el término objeto, que se utiliza constantemente en la clínica psicoanalítica y que es un concepto difícil. Porque vamos a ver, el objeto está muy cuestionado, está cuestionado de raíz, está cuestionado porque no hay objeto. El objeto en el sentido más común de la biología o incluso en las mayores elucubraciones sobre causa final, el objeto es siempre en referencia a la satisfacción. Es decir, el animal come y se sacia, es decir, el código hace el objeto, el objeto esta dentro del código y hace de cierre del código.  Cuando el código está alterado no hay objeto y ese no hay objeto es porque es el otro.

Otro tema es que nosotros intentemos convertir al otro en objeto. Eso es otra cuestión que, digamos, es lo que hacemos permanentemente. Pero claro, es un objeto que no es objeto pero lo convertimos en objeto para poseerlo, para dominarlo o para temerlo. Ya sea objeto de posesión u objeto persecutorio, es un objeto también pero que lo queremos utilizar para que así ese otro convertido en objeto tapone el vacío pulsional, la angustia, en definitiva. Porque el vacío pulsional no es un vacío abstracto, es un vacío concreto. Es decir, que en la medida en que nosotros usamos al otro como objeto, lo usamos para aliviarnos de la angustia. Entonces no es el otro que falta porque no puede faltar, para eso lo convertimos en objeto, para que no falte. Entonces lo que sucede ahí es una paradoja que es, por un lado, lo usamos como objeto para tapar el vacío pulsional pero por otro lado, dejamos el vacío pulsional sin tratar, sin saber qué hacer con él, con lo cual la angustia sigue estando sin tratamiento, sin saber qué hacer con ella más que ese artilugio de usar al otro como objeto. Eso hace que las relaciones humanas sean tan insatisfactorias porque nadie consigue usar al otro como objeto del todo a no ser que lo mate, que es lo que hace el psicópata. Pero en fin, esta historia tan sencilla que os explico es el corazón de la clínica.

La solución a todo esto, los recorridos que se buscan para todo esto, es pasar de la angustia o de la melancolía al objeto persecutorio, y la clínica sería ir del objeto persecutorio a la articulación de la demanda inconsciente. De entrada, habría una querencia a decir ¿cómo tapono el vacío con el objeto persecutorio? No resuelve mucho, ahora lo vamos a ver y, entonces ahí, el modo de tratar el asunto es convertir al otro en lo que es, en una falta. Hay falta del otro y falta de otro, es algo que falta, que le falta al otro y que le falta a uno. Entonces el recorrido de la clínica psicoanalítica sería cómo volver al vacío pulsional para incluir en la vida pulsional al otro como demanda inconsciente, porque la verdad de la pulsión es la demanda. Por eso, por ejemplo, en la psicosis maniaco depresiva no se puede tratar al sujeto en la fase maníaca.

A partir de esta introducción conceptual o terminológica vamos a preguntarnos  qué es la repetición en la clínica. Yo el último libro lo encabezaba con una cita de Heráclito llamado “El Oscuro” que era: El sol es nuevo cada día. Ahí Heráclito no está hablando de la Ley del Universo, ahí está hablando de un hecho, de un acontecimiento, primer punto. Es así, si no diría El sol sale todos los días, no diría es nuevo cada día.

Es que el concepto de novedad es una cosa muy sencilla, es decir, si no fuese nuevo cada día no podríamos hablar de repetición, tendríamos que hablar de ley del universo, no de repetición. Eso es tan sencillo como eso. Entonces la repetición tiene que ver con el tiempo y con el sujeto. Es un tiempo contingente, es decir, un tiempo del acontecer.  Es verdad que Nietzsche que es -a mi parecer- dentro del mundo no griego el único que intuyó lo que era la repetición, formuló lo mejor que se ha escrito nunca de la repetición, la llamó, sin embargo, eterno retorno.

Es una expresión extrañísima lo de eterno retorno porque si es eterno como retorno, explica bien la idea de que lo que está ahí siempre es un devenir, no es un estado de cosas. Es un devenir, es decir, es un tiempo. No es una eternidad aunque lo llame eterno retorno.

Es la paradoja de eterno y retorno. Pero él como es miembro de la filosofía occidental, evidentemente, lo que quiere es romper con la idea de la Historia. Por eso hace la formulación forzada o paradójica de eterno retorno. Entonces, que la repetición El sol es nuevo cada día de Heráclito sea tiempo significa que es acontecer. La repetición es tiempo porque es acontecer contingente que se repite. Y entonces ese acontecer contingente que se repite es lo que yo voy a llamar el síntoma.

Entonces El sol es nuevo cada día tiene que haber un sujeto que lo diga, no es una descripción del funcionamiento del universo. ¿Eso qué significa? Es una vivencia del tiempo, es un modo de sentir el tiempo, es un modo de sentir la vida y el pensar. Porque el pensar forma parte de la repetición en el sentido del acontecer, en la medida en que El sol es nuevo cada día requiere que haya un sujeto que lo piense. Que lo piense en el sentido de cómo pensar la vida, no hablo del pensamiento, ni de doctrinas, ni de religiones,  ni nada de esta historia. Es un modo de pensar la vida, es decir, esto es una manera de hablar de la elaboración inconsciente, es el pensar del viviente. O sea, es un modo de relacionar la vida humana con algo fundamental para entender el síntoma que es querer vivir, porque el hecho de que vivas no significa que quieras vivir.

Para que tú quieras vivir tienes que modificar tu relación con la vida. En ese querer vivir es donde yo incluyo la elaboración inconsciente en el sentido que decía Nietzsche, que no es un juzgar la vida, sino un modo de pensarla como sensitiva. Es el concepto de voluntad de Schopenhauer, es decir, incluye el concepto de voluntad como querer.  La vida es un querer la vida, tu vida concreta, no ninguna otra vida. Porque el problema de la historia es que todo el mundo quiere otra vida. Nadie quiere vivir esta vida, nadie quiere vivir su vida.

Porque el error de Freud es la deriva a entender la repetición a veces como ley casi biológica o cósmica, universal, etc. y es un error, porque  es algo concreto, singular, y por consiguiente, diferente. El concepto de diferencia hay que incluirlo dentro de la repetición -ya se que vamos a discutir de eso la próxima vez-  pero es importante entender la diferencia dentro de la repetición porque no es una diferencia ni de género, ni de especie, es una diferencia de lo singular. ¿Hay algo más ridículo que las discusiones antiguas del psicoanálisis sobre la homosexualidad? El sujeto implica la diferencia, como singularidad y como unicidad, es único. El sujeto es lo singular concreto de la repetición.

El vacío pulsional no es una ley de la subjetividad, es un acontecer. El hecho pulsional es un acontecer, no es una ley y entonces no es externo al sujeto.  Esto suscita una pregunta de interés, porque para resolver el problema de la repetición es importante la cuestión de la pulsión.

¿Se puede hablar de sujeto de la pulsión? Ya sé que eso nunca se ha dicho ¿no? yo creo que está prohibido. Bueno, no es fácil.  Es verdad que en principio la pulsión no es un sujeto pero la pulsión es un hecho subjetivo. Los líos de Freud vienen porque no pudo explicar la pulsión como un hecho subjetivo sino como un hecho somático, biológico.  Es un hecho subjetivo, esa es la clave.

Ya sabéis, si algunos lo habéis leído -lo cito más de una vez- ese texto precioso de Spinoza cuando explica y dice aquello de: si la piedra supiera que está cayendo creería que cae por su propia voluntad. Lógico, ¿por qué? Porque entonces sería un acontecimiento. Si la piedra sabe que cae le está sucediendo que cae. Es así de sencillo, no es que fuese sólo ignorante como los humanos lo somos pero, simplemente, le está sucediendo, no sólo sabe que cae, le está sucediendo que cae, es un acontecimiento. En ese sentido digo que la piedra pulsional, no la piedra consciente como dice Spinoza, si la piedra fuese pulsión le acontecería el caer, sería un hecho subjetivo.

Yo ya he explicado anteriormente lo de la pulsión, es un hecho subjetivo, es un vacío y está el otro por medio y entonces uno no sabe qué hacer, hay un sujeto que no sabe qué hacer. Entonces, yo no sé si hay sujeto de la pulsión o no pero es un hecho subjetivo. ¿En qué sentido se puede decir que hay sujeto de la pulsión o qué no hay? Porque la cuestión está en; qué hacer con el otro, de eso trata la vida, si no ni estaríamos aquí ni tendríamos problemas. El problema es que no sabemos que hacer con el otro que se nos ha metido de entrada y entonces esa es la causa de la angustia y eso es la causa del odio, del rechazo, de tantas emociones, todo eso viene precisamente de ahí. Por eso he dicho antes que no es un vacío abstracto, en ese qué hacer con el otro, en ese acontecimiento del otro que tiene que ver con el acontecimiento pulsional, eso significa que el sujeto empieza a estar marcado por las huellas de los encuentros y los desencuentros con el otro.

Entonces, ateniéndonos al ámbito estrictamente pulsional, antes de pasar a lo sintomático, si el otro está en el cuerpo, los acontecimientos que suceden de los encuentros y desencuentros con el otro son acontecimientos pulsionales, tienen que ver con el comer, con la defecación. Son acontecimientos pulsionales. Quiere decir entonces que tenemos un sujeto al que le es propia una actividad pulsional. Una actividad pulsional ¿qué significa? Que tiene que haber un sujeto activo. Esto es otro asunto muy importante en la clínica psicoanalítica, nunca se ha podido despejar bien.

En las expresiones de Winnicott, de Fairbairn,  detrás hay una determinada concepción del sujeto como si fuese meramente pasivo, cómo le suceden cosas y está el otro “el ambiente facilitador”, todo eso determina al sujeto.  Yo digo que determina, es decir, que activo no quiere decir que el otro no tenga influencia, si no sería un sujeto autónomo. No estábamos hablando de un sujeto autónomo pero estamos hablando de un sujeto pulsionalmente activo, que con esa experiencia corporal del otro, la comida, la caca, lo que fuera, las caricias, la voz, etc. con todo eso hace algo, no sólo padece algo.

Es verdad que lo de padecer tiene mucha importancia. Si una madre no soporta la angustia del bebé ya sabemos las consecuencias que eso suele tener, pero tiene que hacer algo aunque no pueda librarse de ello. Aunque no pueda librarse de la angustia de la madre, él tiene que cargar con esa angustia, tiene que hacer algo pulsionalmente, es decir, la actividad es pulsional.  Y esto es importante porque entonces tenemos aquí un problema. El primer concepto de repetición es la repetición pulsional. Porque la repetición pulsional es tan obvia que no hay ni que decir. La actividad pulsional se repite sin parar. El problema es el sin parar, porque ese sin parar significa que la pulsión de por sí no tiene límite interno, es una actividad que no para, se muestre como se muestre: modo verborreico, modo inhibitorio, modo hiperactivo, modo protesta, me da igual, es el no parar, no para, no para ya. Ahora los niños  dicen ¡para! Dicen mucho eso los niños, y está muy bien dicho porque es que ellos viven en la actividad pulsional y entonces el otro, cuando ya es un pesado le dice ¡para! Se lo dicen a los padres, no sé de donde se lo han sacado pero está muy bien dicho ¡Para! para la pulsión ya de una vez. Y eso es repetición.

Quiero decir, es repetición, defiendo que es repetición porque es un hecho subjetivo -por eso he puesto el ejemplo de la piedra de Spinoza- pero efectivamente no tiene límite interno, esa es la dificultad para pensar el sujeto de la pulsión. Por un lado es un hecho subjetivo, pero por otro lado se engulle al sujeto, la propia actividad pulsional borra al sujeto, es pura angustia. ¿Y qué hace el sujeto con esa angustia cuando no hay límite con esa repetición pulsional? Pues recurrir a un límite externo, pero claro, el problema del límite externo es que al ser externo la pulsión no para al límite externo tampoco.  Al no parar la pulsión, el límite externo tampoco, porque no es interno. Por ejemplo, el miedo, el objeto perseguidor, no para la queja, no para el miedo, no para. Porque es externo. Entonces si es externo ¿cómo va a parar la pulsión? El ejemplo de Freud habría que ponerlo al revés, tú te montas en el caballo de la pulsión (…) eso es una idea ingenua de Freud. Tú te montas en el caballo de la pulsión con el miedo pero el miedo galopa sin parar. El hombre es un ser muy asustado y eso se ve mucho con los pacientes, se ve más claro porque vienen allí a mostrar el susto, el susto en carne viva y entonces no para el miedo, el objeto perseguidor no para de ser perseguidor. No es: no, ha sido perseguidor esta tarde, mañana ya no. No, no para. El límite externo no para la pulsión. Bien, por eso decía que hay una interrelación contraria, límite externo y empuje pulsional se acoplan pero no se articulan. Para que se articule tiene que ser límite interno. El límite interno es que tú tienes que modificar algo en la relación con el otro, tienes que dar al otro otro estatuto que el de perseguidor o el de invasor o el de abandono: el estatuto de la demanda.

Con los pacientes siempre hay un movimiento de dos caras que, por un lado es el enorme respeto que te da el sufrimiento y la enorme dignidad que tiene el sufrimiento y, por otro lado el enfado por la degradación que hacemos de nuestro sufrimiento. Degradamos la dignidad de nuestro dolor, del dolor originario que diría Nietzsche, con la venganza, la reivindicación, el rencor, etc., que es una posición en la cual uno se coloca frente a la actividad pulsional que angustia y que no para, uno se coloca pasivamente, es decir, la culpa de mi angustia la tiene otro. Y entonces es interesante ver que en esa situación la actividad aparece por el lado del odio. El odio cumple una función importante ¿por qué? Porque el odio es una respuesta activa a la invasión del otro, incluso al otro como causa de mis males, hay algo del odio que es una posición que ya no es solamente resentimiento, del lado de la queja. Pero, sobre todo, hay un odio que es el odio a la pulsión misma, es un odio activo a la actividad de la pulsión. Y eso se ve muy bien porque el odio a la pulsión siempre lo muestras en relación con el otro.  Pero es verdad que hay un odio a la pulsión en el sentido de que no me deja vivir, que es la condición de que aparezca el sujeto de la pulsión -si pudiéramos hablar del sujeto de la pulsión-. Quiero decir con esto, que el odio a la pulsión es también una condición de la elaboración inconsciente, porque es un modo de dejar de echar la culpa a los demás y, en ese sentido, es cuestionarse uno. No cabe imaginarse un adolescente sin odio. Bueno, los hay para su desgracia. Forma parte de algo que protesta, ¿por qué en la adolescencia especialmente? Por muchas razones pero una de ellas tiene que ver con la actividad pulsional. Hay muchos ejemplos en relación con la sexualidad, del encuentro con la chica, hay un odio a la actividad pulsional. Por un lado un empuje, y por otro lado un odio. Bueno, pues el odio ahí cumple una función en relación con la posibilidad de la elaboración inconsciente. Y la elaboración inconsciente no se da sólo bajo transferencia, es la condición del límite interno, que era donde vamos ahora.

El límite interno nos coloca en otra dimensión distinta que es la cuestión de la demanda inconsciente. O sea, que la demanda inconsciente es el único modo de tratar el vacío pulsional ¿por qué? Porque es el único modo de tratar al otro, porque si no el otro siempre es un enemigo. Y en el caso de la demanda inconsciente puede ser un maldito, un indeseable, pero no un enemigo. Me frustra, me ha fastidiado, me ha dicho que no o lo que sea, pero eso lo asumes tú como algo en relación con tu demanda inconsciente. Y hay algo muy importante, hay un cambio de posición subjetiva fundamental, porque en la demanda inconsciente tú ya no eres sujeto pasivo. La demanda no es una pasividad, es algo absolutamente activo y además se da.

No se entiende nada de la demanda inconsciente si no se la entiende como don, algo que se da.  Eso que a veces la gente dice “cómo te cuesta pedir”. Sé que es una banalización, la cosa es un poquito más compleja, pero es una posición subjetiva de dar. El otro te puede decir que no pero tú tienes que exponerte al otro, exponer tu vida al otro y en ese sentido eso es un don. Si tú la recibes sólo como una reclamación eso no tiene nada que ver con la demanda inconsciente, eso tiene que ver con las maniobras para engañarte respecto a la angustia. Fundamental, la clave del asunto está en que tú des tu demanda. Si das tu demanda, el otro puede ser tratado a su vez como sujeto de la demanda también. Que el otro tiene una demanda y está contigo no es porque tú le has engañado. Cuántos pacientes te dicen “no, yo es que engaño a la gente” Bueno, eso desde el punto de vista del análisis tiene muchos recorridos, pero es un modo de decir “no, no, el otro esta conmigo porque yo le engaño”. No, está contigo porque quiere estar, porque él tiene también una demanda. Pero eso que es tan sencillo y parece estúpido, a veces no se ve. No se ve al otro como sujeto de la demanda sino sólo como objeto.

Pues bien, este sujeto de la demanda es el sujeto del síntoma. ¿Por qué? Porque la demanda inconsciente es el modo de tratar el vacío pulsional. Y el modo de tratar el vacío pulsional es qué hace uno con los encuentros y desencuentros, con lo que ha sentido, amado, odiado, lo que fuera, angustiado, todo el registro de sentimientos posibles. Qué hace uno con todo eso, es con lo que se construye la demanda y con todo esto que me ha pasado, cómo me dirijo al otro, cómo construyo mi demanda al otro. Esa demanda no es una conversión religiosa, es el síntoma que se pone en juego. Por ejemplo, cuando Freud habla del carácter, hablando de las huellas de los encuentros con los otros habla de carácter. El síntoma es la concreción de esas huellas concretas que se dan en el seno de la experiencia del sujeto con el otro. O cómo se articula la demanda inconsciente tiene que ver con eso.

En ese sentido he dicho antes que la relación del sujeto con el otro es un campo de experiencia y decía que el sujeto no es autónomo, por eso, es muy importante la influencia que tenga el otro con respecto a la vida subjetiva, qué tipo de madre, qué tipo de padre, qué haya pasado ahí, etc. pero es un campo de experiencia. No es un vacío, no es el niño lockiano sobre el cual los padres graban todo. Ahí tienen que suceder cosas, eso es lo que llamo la actividad, no es que sea el sujeto autónomo pero en ese encuentro pasan cosas y el niño hace algo con eso. Y eso es lo que constituye el síntoma y el síntoma es la determinación, es lo que uno es.

¿Es lo mismo sujeto del síntoma que sujeto del inconsciente? Bueno, el sujeto del inconsciente es el sujeto de la elaboración. Eso parece claro, ¿no? Y el sujeto del síntoma sería el sujeto de la determinación. Pero dicho de una manera muy sencilla, el síntoma no es más que el punto de encuentro entre el inconsciente y la pulsión, es decir, lo que uno ha hecho con esa actividad pulsional en relación con el otro. Qué ha hecho con eso, cómo ha elaborado eso, es lo que formula que haya un sujeto que ya no es el sujeto engullido por la pulsión sino un sujeto que de alguna manera ha inscrito -y esa inscripción es el inconsciente- la demanda. Por retomar un poco a Nietzsche, que hablaba de carácter también, él decía que la vida consiste en imprimir estilo al carácter. Es verdad, está bien dicho.  Es hacerse sujeto de tu determinación. Esa sería un poco la tesis de Nietzsche, es decir, que la repetición en relación con el síntoma es la repetición de lo que tú eres, es la repetición de tu determinación, de lo que te determina, es decir, del modo de vivir la alteración de la vida, del modo de vivirlo concretamente, con la manera cómo tu has podido resolver eso, con todas las contradicciones del mundo, o sea dicho de otro modo, es el modo de querer vivir. En el sentido en que decía, porque ya tu vida es tu síntoma. Porque en la medida en que es tu síntoma es esta vida concreta y es esta tú soledad y ésta es lo que te empuja a buscar al otro. Entonces la vida es algo que quieres, no es algo que padeces, como ya he dicho anteriormente.

Todo el aparataje de la idealización, de la culpa superyoica, del miedo, de todo eso, es un modo de evitar la experiencia. Son los sujetos que además confiesan que no se han enterado de lo que les ha pasado en la vida porque estaban pendientes de otra vida. La idealización como figura, es decir, “Ay, me gustaría ser como este”. La vida la tienen los otros, no la tengo yo. Eso es un obstáculo de la experiencia pero es un modo de expresar todo el cierre que se le ha hecho a la demanda inconsciente  y al deseo  mediante “es que el otro si que vive pero yo no”, “qué suerte ha tenido el otro, qué mala suerte tengo yo”,”hay otra vida por ahí que me han quitado o que no he accedido a ella”.

Quiero que entendáis esto porque es fundamental. Se trata de que tu vida es esta vida y es la que tienes que querer. Y querer no es resignación ni muchísimo menos, por el contrario, es abandonar la resignación que es siempre respecto al otro ideal, es empezar a querer cosas tú y eso es empezar a articular la demanda inconsciente respecto al otro. Porque puede estar inscrita pero si no la articulas la tienes completamente inutilizada. Es soledad, evidentemente es soledad, pero es la condición del amor, sobre todo la condición del amante. Porque la historia del amado, todo el mundo quiere ser amado pero parece como si nadie quisiera amar, sólo ser amado. El problema es que estamos en lo mismo que he dicho anteriormente. La posición del amado es la posición pasiva. Ahí no articulas nada, sólo articula el amante. La vieja tesis de Patón en El Banquete: La experiencia del amor la hace el que ama no el amado.

Bueno, una chica me cuenta que se va su novio unos días fuera y dice “Si, así empezó mi padre…ya… se fue…”  Pero más allá del caso, ¿qué le ha pasado a esta chica? Al pensar ese viaje como abandono “ya no me ama”, no sólo se ha quitado de la posición de amante, aunque parezca que ella es la amante porque es la que sufre por amor, sino que se ha quitado de la relación, es decir, abandona la relación, el vínculo que fuera. Y eso a veces en la clínica es pan cotidiano. La gente abandona la relación bajo el clamor de soy abandonado o abandonada y están abandonando la relación. Porque en la medida en que esta chica dice “no, este… así empezó el otro… y este se va ahora allí…  y la semana que viene se irá a otro viaje…y después…”, ha abandonado la relación. Y eso es fundamental en esto que quiero decir de la demanda, la cuestión de la posición activa del amante. Porque ¿qué te puede pasar? Que se vaya con otra -eso siempre puede pasar en el amor- o con otro. Claro, eso siempre está en el juego del amor, pero tú has abandonado la posición de amante. Y entonces no te queda más que la queja.

Bueno, empiezo un nuevo tema que es la repetición en un análisis. Todo paciente que viene a un análisis -o casi todos- se pregunta por la repetición. Todo el mundo viene a decir “y yo porqué hago eso, a mi por qué me pasa eso, por qué estoy repitiendo, no quiero hacerlo y lo vuelvo a hacer” Es una pregunta por la repetición. El analista la escucha, escucha la repetición como síntoma. Porque si no escucha la repetición como síntoma sólo va a escuchar una queja. Entonces no se va a enterar. Entonces la transferencia comienza con un malentendido. El malentendido es que el paciente va al analista a buscar un ideal de salvación “a que usted me saque de la repetición”. Claro, eso es un malentendido, eso no va a suceder, pero sucede además otra cosa y es que puede ser escuchado. Entonces, si es escuchado hay algo importante que debe pasar en una transferencia que es el acogimiento pero como apuesta por la elaboración, por la posición activa del sujeto, es un espacio donde yo puedo decir una palabra propia que es reconocida por el otro. Entonces ahí hay un terreno delicado que requiere toda la buena pericia y, sobre todo, la buena posición del analista, porque hay un peligro y es que todo gire sobre el reconocimiento.

Como sabéis Freud colocó la transferencia del lado de la repetición. Es verdad que Freud se refería al vínculo transferencial, es decir, que el paciente repite en la transferencia los primeros vínculos, el tipo de vínculos primarios. Eso es verdad,  pero el problema es que si tú no escuchas la repetición sintomática -hablo de la posición del analista- vas a favorecer, sin enterarte, el vínculo infantil exclusivamente, es decir, el vínculo o la defensa infantil, es decir, el vínculo del fantasma sadomasoquista. Y entonces mal asunto, quiero decir mal asunto y, además, hay demasiado tramo del psicoanálisis que se ha basado en ese tipo de transferencia.

Es verdad que hoy día las cosas son un poco distintas, porque el analista ya no opera como objeto único como antiguamente. Antes entrabas en un análisis, entrabas en el fantasma sadomasoquista. Si el psicoanalista me maltrata,  o hace esos trucos que había en el psicoanálisis antiguo, como sabéis ¿no? de mirar así, moverse así, hacer un ruido tal, no sé cuál… Es decir, si me maltrata, entonces me protege. Sino, es un tarambaina como yo.  El analista que no me maltrata no vale un duro. Si me maltrata es el que vale con lo cual se afianza el fantasma sadomasoquista. No hay nada que hacer. Es verdad que ahora es más difícil que un paciente se coloque de ese modo.

Tiene que ver con los tiempos, sin la menor duda. Eso tiene una ventaja -como decía- que ya no te colocan como objeto único pero tiene una desventaja también, que es el problema de la elaboración, y es que ahora se habla demasiado de lo actual, de los problemas actuales que tiene el paciente, de qué le esta pasando y hay una merma de la elaboración inconsciente. Eso se ha perdido, por eso es muy importante, no lo puedes remediar todo pero es muy importante la posición del analista.

El encuadre nadie se lo cree, se ha acabado. Esas discusiones como aquella que hubo en Alemania en los años sesenta sobre si tres o cuatro sesiones, la pelea con el Estado alemán que pagaba los análisis, eso se ha acabado. Eso requiere muchísima mejor posición del analista y requiere mucho más que el analista vaya al sujeto de la repetición, vaya a por el sujeto del síntoma. Tienes que ir ahí a ver, saber concretar, cercar el síntoma, como sea. Es decir, qué tipo de vínculos tiene con los otros, qué le pasó en la vida, qué experiencias ha tenido y cómo se va a hacer sujeto de lo que le ha pasado en la vida. Y eso es la manera de cómo va a ir pudiendo articular la demanda inconsciente, y eso requiere de parte del analista una alerta, lo que he llamado atención creativa que es la única opción no digo ahora, siempre, pero ahora requiere más atención porque ya no valen los encuadres clásicos, es esconderse en la distancia de un encuadre que era un obstáculo para la elaboración por lo que tenía de farsa.

Eso requiere mucha atención de parte del analista y algo muy importante -eso ya lo tengo comprobado, seguro que vosotros también-, es decir, que cuando tú no pierdes el tino y vas cercando al síntoma, al sujeto del síntoma, hay elaboración inconsciente, y a falta de encuadre, la única posibilidad de que la elaboración inconsciente se instale en la transferencia es que tú escuches muy bien al sujeto del síntoma.

Y esa es la posibilidad de que el paciente articule una demanda inconsciente y que aparezca el sujeto del síntoma, es decir, que en ese sentido es el camino para hacer lo que un psicoanálisis debe hacer que es, dicho en términos nietzscheanos, la Umwertung de la angustia, es decir, la transformación de la repetición, la transvaloración es el término de Nietzsche, que es hacer de la repetición no una maldición sino lo contrario,  llegar a ser  lo que eres. Y entonces hacer con tu síntoma, tomar una posición activa respecto al síntoma, poder articular la demanda inconsciente y dirigirte al otro como sujeto del síntoma, ni como ideal ni como perseguidor, etc. Ese es el objetivo de verdad, es el objetivo del psicoanálisis, llegar a ser lo que se es. Para ello, y además es verdad, es una experiencia fundamental de un desarrollo de un análisis, llegar a poder querer esta vida tuya, la vida de tu síntoma, poder querer esta vida. Y evidentemente, se resienten los alistamientos.

Otra paradoja del psicoanálisis es, por un lado, la desalienación en el sentido del síntoma, de enfrentarte con la soledad de tu síntoma, pero, por otro lado, son propuestas de alistamiento, escuelas, instituciones, de no sé qué. Y claro, en un análisis los alistamientos se resienten. Es decir, no hay análisis sin el duelo, el verdadero duelo que es el duelo del objeto persecutorio. Tú haces el duelo del objeto persecutorio y te quedas solo con tu síntoma, y desde esa soledad te diriges al otro. En el texto que yo os decía de Freud que está en el capítulo quinto del Yo y el Ello, cuando habla de la culpa y dice “bueno, el analista podía resolver esto si se convierte en ideal, redentor del alma, en profeta, maestro, salvador…” y dice “pero esa no es la función del analista. La función del analista es que coloque al paciente ante la posición de su (…) de elegir, de tener que elegir, es decir, la libertad”, dice. Pero tiene razón en el sentido de elegir, es decir, quedarse solo con su vida.

Piedad Ruiz. Sí, empezando por el final. Como dices que en un análisis se trataría de llegar a ser lo que se es, como lo que te ha determinado, lo que eres como síntoma ¿no? Para poder desde esa soledad demandar y ser amante, pensar también al otro como sujeto sintomático, por supuesto, porque es la manera de que no sea ya persecutorio también, es decir, es el otro con su síntoma y su inconsciente, podríamos decir ¿no? y con sus propias elaboraciones.  Y hablabas justamente en el análisis de escuchar el síntoma porque si no se escucha así, sólo se escucharía la queja y además se fomentaría el vínculo de dependencia infantil, y por lo tanto, sería escuchar lo que se repite también de…

Francisco Pereña. Evidentemente.

Teo Fiunte. Bueno, parece que hay un claro sujeto cuando hablamos del sujeto del síntoma, y en consecuencia, entiendo lo del sujeto de la elaboración. Pero, claro, me pregunto qué clase de sujeto es ese sujeto pulsional y qué pasa ahí con el sujeto del inconsciente, cuando casi estamos diciendo que cuando media estrictamente la pulsión prácticamente no hay sujeto. Y bueno, no sé, a mi eso me hace pregunta, es decir, entonces ¿qué pasa con el inconsciente ahí, está, no está? ¿Es algo maquínico? 

Francisco Pereña. No, no es maquínico. Es un hecho subjetivo, pero no hay sujeto, queda engullido por la propia actividad pulsional. La actividad pulsional es un hecho psíquico, es un factum, es un hecho subjetivo, es un acontecer. Por eso a mi me parece que el concepto de pulsión es fundamental de esclarecer para tener una clínica más sencilla y más clara porque si no te haces mucho lío. Entonces, en la actividad pulsional sin límite interno el sujeto queda engullido por la propia actividad pulsional. Porque la actividad pulsional, es a la vez, el modo de resolver la angustia que crea la propia pulsión. Es una autofagia que consume al sujeto, que engulle al sujeto. Ahí no se puede hablar de sujeto del inconsciente. El sujeto del inconsciente yo lo llamo en la medida en que haya elaboración. Y cuando empieza la elaboración es cuando hay ese punto de entronque de la articulación entre la pulsión y el inconsciente eso es el síntoma.  Y para eso tiene que operar un límite interno que tú puedes despejar. Yo hice la distinción entre inscripción y articulación para ver esos dos momentos en el cual puede haber algo de la demanda inconsciente inscrita pero no se articula porque ha sido a su vez borrada, por la defensa persecutoria.

Daniel Ramírez. Vuelvo otra vez a la frase con la que terminabas, que el objetivo de un análisis es llegar a ser lo que eres, que en principio parece como si fuese una propuesta de una pasividad…

Francisco Pereña. Todo lo contrario.

Daniel Ramírez. Digo que en principio, de una pasividad, de una resignación y creo que como dices tú, es lo contrario, porque es dejar de ser pasivo respecto de lo que uno supone del deseo del otro y como efecto del deseo del otro y tener una responsabilidad activa respecto de la causación de los males de uno y de la vida de uno. Ser lo que uno es, es lo contrario de ser efecto de la arbitrariedad del otro. Bueno, uno puede ser efecto como diría Edipo, yo soy efecto de ese azaroso encuentro en el cruce de caminos de Megara. Sí, puede ser efecto, como dice Edipo, porque me ha sucedido a mí, dice literalmente Edipo. Me ha sucedido a mi, y sólo a mi, y sólo yo tengo que hacerme cargo de ello.

 

FIN DE LA SESIÓN.

Transcripción y adaptación: Clara Morales