Reflexiones sobre «Mi locura»

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Este artículo es una reflexión de Clara Morales sobre el escrito de Lucas Álvarez de Toledo «Mi locura», que está publicado en esta misma pestaña de nuestra página.

 

«Si tomo por ficción el recuerdo como construcción deformada de las vivencias que da coherencia al
yo, ambas construcciones se diferencian, como certeza y unidad en el empuje a la
atribución de sentido, que construye el delirio desligado del vínculo con el otro, y el
recuerdo como ficción de sentido, que la creencia con la metáfora devuelve como
pertenencia al mundo. ¿Qué marca la transmutación de un sentir al otro?»

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He tomado el libro Un Delirio de Julio Fuente, de la Colección Testimonios/1 de la
Asociación Española de Neuropsiquiatría y El melancólico y el creyente de Francisco
Pereña para hacer una reflexión a partir del texto Mi locura, recientemente publicado
en la web.

 

A pesar del olvido obligado por el paso del tiempo y de la narración en tiempo pasado
que toma forma con la abstracción de la experiencia y el ordenamiento de los
recuerdos, Lucas no consigue desentenderse de la angustia traumática, de la
dimensión de la experiencia del vacío pulsional, cuando la demanda queda
desarticulada y pierde su límite interno. Con la quiebra de la posibilidad del vínculo
que no puede articular el vacío como falta, recurre al delirio.

El empuje alucinatorio capta el sentir de la experiencia directa, “ojos alucinados”,
“viendo respirar el césped”. La afección del cuerpo extraviado trastorna el cuerpo
orgánico hasta suprimir las funciones de regulación fisiológicas, fuga de sentido que no
encuentra límite quedando expuesto a la voracidad interpretativa del delirio; “ese
delirio me daba de comer cuando no tenía nada, me dejaba tres días sin dormir y en la
calle”. La alucinación no es sólo un hecho perceptivo distorsionado proporcionado por
los órganos de los sentidos, sino que expresa un carácter activo, una afirmación de la
percepción que es del sujeto en el hecho mismo de la alteración pulsional. Como
empuje pulsional es potencia del deseo, que llevado a su punto álgido llamará “la gran
Evasión”.

Continúa con la creación de una trama de sentido total. Referido a sí mismo, busca al
otro y lo crea como objeto “oyendo mi nombre en el viento, leyendo mensajes
subliminales dirigidos a mí en cada cartel publicitario”. Aparece con la cara pintada de
azul y trazada de negro como marcas externas de reconocimiento. Un yo único, el
elegido que, desligado del otro, está obligado al absoluto. El delirio se alimenta de la
propia concatenación de interpretaciones que amenaza con la desvitalización venidera
de la melancolía, pues no hay verdad absoluta y eterna. Hay una demanda de filiación,

pero invoca una pertenencia que es autorreferencial “del evangelio de un nuevo
profeta”, quien ha de transmitir el mensaje, el que anuncia “la revolución, el gran
cambio, la luz”, un mundo en el que él está incluido en la trama de filiación, saber y
poder. Y a la vez está fuera del mundo “entonces comprenderán… mis palabras y mis
actos de loco”. En el delirio, el sujeto se queda fuera del reconocimiento que la
creencia sostiene.  El límite interno inscribe el vínculo con el otro, el descanso en la
compañía del otro, en las huellas del acogimiento que conservan al otro. Cortado del
otro, sólo descansa o es posible la espera en el ansia de la revelación de su certeza
creada, “la revolución del cielo”.

Es una escritura con un afán de captar la experiencia mediante el lenguaje que
precisamente no alcanza a desvelar o apropiarse de la experiencia que describe. La
angustia que transforma la metáfora en pérdida es lo que nos acerca a la vivencia y su
carácter creativo conserva la experiencia. El lenguaje está afectado, la angustia ante la
soledad y el desamparo nos lleva a incluirnos en la vida del otro, en el lenguaje, en la
metáfora que posibilita la creencia. El cuerpo pulsional que es experiencia de la
alteración pulsional por la intervención del otro en el cuerpo, con la inscripción de la
pérdida incorpora al otro como demanda inconsciente.

A partir del recuerdo, Lucas va bordeando el episodio al que se refiere como “un lugar
peligroso”, que narra desde “esta realidad a la que tuve la suerte de regresar”. La
afirmación “dar por alucinaciones muchos de los recuerdos” suscita interés porque me
sirve para pensar la relación de la alucinación con el recuerdo. Referida a la
construcción delirante, al dar el carácter de alucinación al recuerdo, y si tomo por
ficción el recuerdo como construcción deformada de las vivencias que da coherencia al
yo, ambas construcciones se diferencian, como certeza y unidad en el empuje a la
atribución de sentido, que construye el delirio desligado del vínculo con el otro, y el
recuerdo como ficción de sentido, que la creencia con la metáfora devuelve como
pertenencia al mundo. ¿Qué marca la transmutación de un sentir al otro?

“Y lo peor de la locura fue perderla. Recobrar la cordura me dolió hasta físicamente.
Recuerdo una noche en el psiquiátrico en la que me dolía la espalda horriblemente.

Recuerdo pensar que me estaban quitando las alas y tener la sensación de una
mutación horrible en los omoplatos. Recuerdo dudar, por primera vez, de mi locura. El
principio del fin…la espantosa revelación de un cuerdo”: “Soñé con ser el gran
fabricante de relojes y cuando me desperté solo era un reloj defectuoso”. En una
especie de figura del hecho pulsional, Lucas describe con la separación de partes del
cuerpo la vivencia de expropiación de su cuerpo, la falta de identidad que ante el vacío
pulsional es soledad y angustia traumática, experiencia de la demanda inconsciente
como efecto de sustracción. Con la mutación de los omóplatos expresa un cambio,
introduce al otro, con la duda, y descubre la falta de adecuación. La demanda asida al
cuerpo en su alteración pulsional, como transmutación necesaria del vínculo libidinal
con el otro, como modo de inscripción ligada a la palabra del otro como límite que
expresa la alteración. Cede el delirio. Vuelve al cuerpo. Abre la vía del vínculo libidinal
y la pertenencia con la vuelta a la universidad y la vida en común. Después vendrá la
depresión, y con la desvitalización el límite de la palabra.

Clara Morales

Diciembre 2017