Cómo pensar una clínica del sujeto

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Francisco Pereña nos brindará cinco conferencias sobre cómo pensar la clínica psicoanalítica. Aquí ofrecemos una presentación de las mismas

 

 

             CÓMO PENSAR UNA CLÍNICA DEL SUJETO

 

1.Cada encuentro con un «paciente» es inédito. Cada vez es un nuevo comienzo. Y, sin embargo, en nuestras categorías, en nuestros esquemas conceptuales, permanecemos en el más estricto y rutinario ritual recitativo. ¿Por qué no ver también aquí esta idea de comienzo, de novedad, la idea de situarnos ante un problema que nos interroga? Hablar de clínica del sujeto no es una cuestión de buena voluntad, de buenos modales o buenas intenciones que no quiere dejar al buen sujeto fuera de una cierta, imperante y auto-satisfecha objetividad. Se trata de impugnar la objetividad de raíz, una objetividad tomada como una realidad autónoma desgajada de la vida, del sujeto que hace la experiencia de la vida, sacrificio del sujeto que la modernidad toma como el «saber verdadero». Por eso este volver a hacernos las preguntas del comienzo, las que ya supusieron un descubrimiento y desde donde se esclarece lo que luego viene y lo que se olvida en lo que viene. ¿Por qué un hallazgo se ve destinado a ser olvidado y maltratado por aquello a que da lugar?

Pongamos el ejemplo del inconsciente. ¿Qué es el inconsciente? Esta simple pregunta requiere una mirada nueva sobre la conciencia y sobre el sujeto. Y, sin embargo, inconsciente ha devenido simplemente un término sagrado, que como tal ha consagrado así su ignorancia. Es propiedad del psicoanalista, él lo sabe o lo encarna. Sin él no hay psicoanálisis, se dice, pero el psicoanálisis no acaba de encontrar el modo de dar cuenta de ello. ¿Es un contenido oculto? ¿Es lo no-consciente? Pero, ¿qué es ese aparente lugar común de la conciencia? ¿Cómo pensar el sujeto, sea de la conciencia o del inconsciente, por fuera del esquema categorial y noético de la representación, del esquema categorial sujeto/objeto? El psicoanálisis no es una simple modalidad terapéutica entre otras. Lo que nos interesa saber es qué inaugura, qué comienza, incluso, qué repite como radical novedad.

2. Digamos que el psicoanálisis comienza abriendo un nuevo campo, el del sujeto. Pero, se dirá, ¡vaya novedad!, ¿acaso hay pensamiento o discurso que no hable del sujeto? Pero, ¿de qué sujeto hablamos? No es ni el sujeto de la representación, no es el sujeto de la correlación con el objeto, sino el sujeto viviente, el sujeto del síntoma, el sujeto del deseo y de la angustia, sujeto precario, pero que se muestra y se produce a sí mismo y no meramente por la mirada del otro como objeto «externo». Por eso va a la par, y no se da el uno sin el otro, del descubrimiento de la pulsión. La pulsión es un concepto radical que modifica el modo de pensar la relación con los otros, así como la propia concepción del cuerpo. Supone la aparición de un cuerpo subjetivo y libidinal, a raíz de su expropiación por la presencia del otro en la propia experiencia inicial y constante del cuerpo. Ese cuerpo invisible pero real, atravesado por su expropiación, abre el campo de la subjetividad, como afectación original, es decir, como angustia. Si el sujeto cartesiano dice «sentir-se» como duda, el freudiano, digamos, es el de la angustia. Angustia en la que surge el sujeto como radicalmente afectado y el sujeto de las vicisitudes de sus afectos, las modalidades de la transformación de la angustia en afectos.

La pulsión es pues un concepto fundamental para pensar un sujeto no confundido con el principio de individuación, ni con el ciudadano.

3. Pero la propia dificultad freudiana por su empeño en darle un estatuto físico-biológico, le llevó a graves confusiones sobre cómo fundar una clínica del sujeto. Eliminar la pulsión, como hizo la escuela inglesa, no resuelve el problema sino que simplemente hace virar la clínica hacia una mejora civilizatoria de la relación inter-subjetiva, sin preguntarse cómo se da esa relación a la vez que su fracaso, y por qué se manifiesta como constante anhelo de daño.

Pulsión, inconsciente y sujeto van implicados y es lo que puede permitirnos pensar lo psíquico como lo originario, y no como un simple sucedáneo de otra cosa, de otra realidad. Son pues conceptos fundamentales para pensar una clínica del sujeto. Cómo pensar la pulsión en su aspecto de empuje imparable, de exceso, y en el de vacío de objeto y, por tanto, como permanente insatisfacción. La pulsión y sus destinos afectivos, que fundan las modalidades sintomáticas de un sujeto, requieren de entrada pensar el vacío pulsional y sus efectos en la manera de tratar la expropiación del cuerpo. Cómo la pulsión puede articular a la vez su condición de demanda y de rechazo del otro, es lo que formulo como avatares de la articulación de la demanda inconsciente, que es el hilo que recorre lo traumático de cada sujeto y la contradictoria diversidad de sus afectos. Articulación, pues, de la demanda inconsciente, condición de la inscripción del deseo como falta y, en consecuencia, de la angustia como posibilidad. Dicho deseo es carnal y sexuado, es deseo-de-otro-cuerpo, de cómo alcanzar el enigma de la vida en la vida carnal del otro.

¿Qué es el pathos visto desde la pulsión? ¿Qué relación guarda la actividad de la pulsión con la actividad del sujeto, si van tan ligadas? ¿Qué función tiene aquí la represión, si no se trata de una defensa externa sino de un límite inherente a la pulsión? Qué ensamblaje hay entre pulsión e inconsciente es preguntarse por el síntoma. También habría que preguntarse por qué Freud elige este término de represión. ¿Es la represión una defensa?

4. Por otro lado, las defensas configuran un tipo de identidad a la que llamamos yo. ¿Qué es el yo en relación con el cuerpo y con la conciencia? ¿Es lo mismo yo que conciencia? ¿En qué se diferencia la conciencia del inconsciente si ninguno de los dos se agota en un sistema de representaciones? ¿Es el objetivo terapéutico, como propone Freud, que lo inconsciente devenga consciente? ¿Qué es el tomar conciencia? ¿Qué es, a este respecto, la elaboración? ¿Qué relación hay entre elaboración y transferencia?

El proceso de formación del yo es de gran importancia en la clínica del sujeto, porque pone en juego los diversos tipos de vínculo que se dan en las primeras experiencias afectivas y el tipo de tonalidad afectiva que puede permitir una existencia de los límites, construidos con elaboración y defensas, o sea, la trama, en suma, de la relación con los demás.

¿Qué papel juega la culpa en la relación yo-conciencia? ¿Cuál es la función del miedo y de la agresividad, por un lado, y del narcisismo y el objeto único o total o persecutorio, por otro, en la formación del yo? ¿Se trata de mera inhibición? ¿Qué papel juega la represión y la denegación en esa formación del yo? ¿Cuál es la relación del yo con el cuerpo? ¿Qué relación hay entre identificación e idealización y entre idealización y agresividad? Estas son algunas preguntas que provienen de cómo pensar el proceso de formación del yo.

Pulsión, inconsciente, conciencia, represión, defensas, culpa, sexualidad, síntoma y determinación sintomática, elaboración, demanda, deseo, denegación, disociación, yo, narcisismo, actividad pulsional y sujeto, límite interno, deuda, objeto total, destructividad, violencia, dependencia-rechazo, identificación e idealización. He aquí un escueto enumerado de los conceptos que hay que pensar en una clínica del sujeto que parte de la condición traumática del sujeto por la alteración pulsional, de la pelea constante entre dependencia y rechazo y del omnipotente par acreedor/deudor que atraviesa el campo de la subjetividad y es la «genealogía de la moral».

5. En la perspectiva de la práctica clínica hay que abordar dos grandes campos: lo que podemos llamar «psicopatología» y el campo propiamente «terapéutico». En el campo de la psicopatología hay que delimitar qué entender por psicopatología, término deudor de un doble error: pensar lo psíquico por fuera del cuerpo, o como un sucedáneo, y la presunción de un criterio de normalidad. Con estas reservas, la propuesta de trabajo de una clínica del sujeto pregunta por la particularidad de determinados «trastornos» que constituyen, cuanto menos, severas dificultades para vivir, y lo que esas dificultades encierran de saber sobre la imposibilidad de vivir, sobre el querer vivir y sobre la constancia de la determinación.

En lo que conocemos como psicosis, ¿cuál es su peculiaridad? La cuestión será poder captar la radical dificultad de estos sujetos para articular una posible demanda inconsciente, a causa de la encrucijada entre el exceso pulsional y el vacío pulsional. Ahí se juega el destino del sujeto psicótico. El delirio es tarea esencial para el sujeto psicótico. Y, a este respecto, cómo se construye el delirio (si como delirio de filiación o sólo o fundamentalmente como delirio persecutorio) y cómo se deshace, o cómo se aborda su latente melancolía, serán fundamentales pistas para entender su particular posición de sujeto. ¿Hay, por lo demás, psicosis sin delirio? La psicosis siempre es un campo de inspiración y conocimiento para todo clínico. El propio delirio de filiación, por ejemplo, nos muestra hasta qué punto es al hijo único en busca de filiación lo que habitualmente atendemos en nuestra práctica. De hecho, el hallazgo del cristianismo consistió en haber construido una religión del Hijo único, o Unigénito, como razón y horizonte de la salvación. Esa es su fuerza inédita y revolucionaria. Por otro lado, en el delirio podemos ver la estrecha relación entre la sexualidad y el secreto de la vida, entre la sexualidad y la transmisión del saber sobre su enigma. Incluso, podemos ver también cómo el delirio de persecución es condición de la construcción del mundo.

En los trastornos del límite la cuestión central será el límite interno y la ofuscación u obstrucción de la articulación de la demanda inconsciente. La denegación y la disociación pueden esclarecer el problema, así como la insensibilidad narcisista que protege un yo automatizado, cosificado, reducido a mero objeto exterior, confuso, y cuya agresividad es a veces la única vía de expresión de su angustia.

También está pendiente de mayor reflexión el modo de «diagnosticar» en la clínica infantil y lo arriesgado, por sus efectos perniciosos, de una aplicación ritual de las «estructura clínicas».

Luego está el amplio campo de las neurosis. Lo que siempre está de fondo aquí es la articulación de la demanda inconsciente, a saber, de qué modo la transformación del vacío pulsional en falta queda o no obstaculizada por el objeto acreedor o persecutorio. De qué grado de destructividad está necesitado su narcisismo y cómo se trama en sus exigencias la agresividad sado-masoquista. Hay que ver ahí los modos fantasmáticos de aseguramiento del otro, que está siempre en el corazón del conflicto psíquico en las neurosis. De lo que se trata es de dirigir nuestra escucha hacia la localización de la posición subjetiva, el punto en el que el sujeto puede o no tomarse como sujeto de su propio pathos y así abrir el par acreedor/deudor a otras modalidades afectivas. Remitir el fenómeno clínico a una estructura es remitirlo a una «forma esencial», a una forma de «eidetismo», que borra la singularidad del síntoma y, por tanto, no se pregunta por el sujeto acaecido. El síntoma no se refiere a una «estructura clínica» sino a una posición subjetiva, que responde al modo particular de un sujeto de mostrar la articulación pulsión e inconsciente.

6. En el otro campo, el que se refiere al trabajo terapéutico, habrá que pensar el conflicto psíquico en sus diversas modalidades. En la psicosis hay que ver cómo el sujeto aborda el vacío pulsional, cómo afronta la vertiente melancólica y cómo es posible el vínculo transferencial. En los trastornos del límite, la dificultad de elaboración obliga a cuidar la discriminación de los sentimientos para que así se pueda abrir la dimensión de sujetos de su hacer. No sólo es tomar conciencia de la existencia del otro sino de la propia como sujeto afectado. En las neurosis hay que buscar cada vez al sujeto del síntoma para abordar su sentir-se en el otro y al otro, para así salir de la ignorancia radical de su condición de sujeto de una vida concreta.

Para ello no podemos dejar de lado la clave cuestión de la transferencia, un asunto dado por sabido y poco esclarecido desde la posición del psicoanalista o del psicoterapeuta. Qué está en juego en la transferencia, el fantasma sado-masoquista o la elaboración, es decir, la separación, el poder afrontar la soledad del deseo en un vínculo en el que la hostilidad no sea mero trasiego del miedo o del sadismo sino que se pueda abrir sitio a la charis de la gratuidad del afecto y del querer que el otro viva frente al «egoísmo» de la pulsión. La cuestión de la dependencia y de la separación es la que está en juego en la tarea de elaboración inconsciente, que exige el encuentro terapéutico toda vez que no tenemos la autosuficiencia, ni del sentir, ni de las «sombras de nuestros sentimientos», que es como Nietzsche nombra los pensamientos. El otro está como vacío y como odioso enemigo en el corazón de nuestra condición de sujetos vivientes.

Sin tener en cuenta la pulsión, sin esclarecer qué es el inconsciente, que es lo mismo que esclarecer qué es la conciencia, el psicoanálisis se convierte en una «tecnología del yo» con destino finalmente catequético y doctrinario. No hará así, como pedía Freud, hombres y mujeres libres, es decir, sujetos que aunque determinados sean activos y agentes de su real padecer, de la afectación (igual a sujeto) de su vivir, que no haga de su precariedad, incluso de su impotencia, una exacerbación del resentimiento y del odio, cuando no una desvitalización definitiva.

 

PROPUESTA

 

Este es el recorrido de lo que entiendo como clínica del sujeto. En las clases que propongo intentaré mostrar la particularidad de una clínica que surge de la radical afectación que se muestra, sin embargo, a cielo abierto, en cada anhelo, en cada miedo, en suma, en cada trastorno de la posibilidad, que no encuentra justificación en «forma universal» alguna.

FECHAS

20 de Octubre de 2017

17 de Noviembre de 2017

15 de Diciembre de 2017

19 de Enero de 2018

16 de Febrero de 2018

HORA: 19,30 h. – 21,00 h.

LUGAR: INSTITUTO INTERNACIONAL EN ESPAÑA

C/ Miguel Angel, nº 8. Madrid

Inscripción: Del 18 de Septiembre al 10 de Octubre. Precio: 80 euros