El Maltrato a la mujer. Piedad Ruiz Castillo. Reseña de José María Redero

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Piedad RUIZ , El maltrato a la mujer , Madrid, Síntesis, 2006, 167 pgs.

«Un enfoque psicoanalítico a través de su historia y de su clínica», lleva de subtítulo este libro al que hay que considerar de entrada como lúcido, valiente y necesario, además de oportuno, porque ordena y esclarece un fenómeno, el del maltrato a la mujer, eufemísticamente llamado violencia de género, de candente actualidad, sobre el que se vierten apresurados juicios y sobre el que brillan por su ausencia análisis de más largo alcance como el que este libro nos brinda. La sencillez y la claridad presiden el texto de esta psicoanalista que por encima de ortodoxias doctrinarias y sin abandonar el rigor de una atenta y crítica lectura de los textos, desde el pensamiento feminista a Freud y gran parte de los autores más destacados del psicoanálisis, y de una cuidadosa escucha del doloroso testimonio de muchas mujeres, nos trasmite de un modo directo y audaz, y yo diría que al alcance de cualquier lector interesado, una mirada indagadora, primero sobre las condiciones sociohistóricas que han precedido y posibilitado
la emergencia de una realidad convertida hoy en tragedia y síntoma social de una época y después y fundamentalmente sobre la clínica del maltrato, tomado éste como síntoma subjetivo, psíquico y sirviéndose para ello de las elaboraciones del psicoanálisis, que con su teoría del sujeto como sexuado ha podido ampliar el pensamiento feminista sobre el maltrato y trascender los postulados falocéntricos.

Como nos señala en el prólogo Francisco Pereña, Piedad Ruiz junto a otras mujeres psicoanalistas se han empeñado en los últimos años en un trabajo de investigación  riguroso y sostenido que trata de saldar una deuda histórica del psicoanálisis y de la teoría psicoanalítica con la mujer.

Libres de la servidumbre al fantasma masculino, nadie como ellas para pensar las consecuencias de esa servidumbre.

El libro se estructura en dos partes diferenciadas. La primera arranca de la necesidad de contemplar el fondo sociohistórico en el que se escenifican los dramas subjetivos.

La tesis que la autora sostiene convincentemente  es que la historia de las mujeres, al menos en el mundo occidental desde los griegos, es una historia de dominación y de sometimiento al poder masculino, el cual se defiende mediante la denegación de la diferencia sexual y de la alteridad femenina.

Todas las teorías esencialistas sobre la mujer la han ubicado del lado de la naturaleza, el cuerpo, el mal, el pecado, la mentira, la amoralidad, etc. Como modos de defensa histórica del hombre ante el deseo femenino.

No deja de lado la “mentalidad española” y la necesidad de la memoria de sus determinaciones históricas, donde la conjunción del poder político y religioso operaron para someter a la mujer al silencio, privándola de sus más elementales derechos y aniquilando todos los procesos emancipatorios abiertos e iniciados durante el período republicano y los años previos.

Será en la segunda parte, donde aborde en profundidad con las herramientas del psicoanálisis y el sostén de la clínica el fenómeno del maltrato. Es desde la revisión crítica de los textos y conceptos fundamentales freudianos, desde el conocimiento del pensamiento y de los movimientos feministas y desde los relatos desnudos de esas mujeres que han sufrido maltrato, que nuestra autora teje un panorama complejo y esclarecedor, situando las condiciones subjetivas que sirven de terreno propicio en el que se forja una relación de maltrato.

El terreno abonado que son esas madres de la incondicionalidad de cuyo seno surgen esos hijos violentos, que reproducen en sus relaciones de pareja aquella primera relación narcisista dual con la madre omnipotente, que son incapaces de amar y están prestos al odio y a la violencia a la primera insatisfacción. En esa microfísica de la relación amorosa nos desentraña las claves para pensar la violencia del maltratador hombre y la confusión y la parálisis de la mujer víctima.
Recorre exhaustivamente los modos actuales y posibles en que se manifiesta el maltrato como físico, psicológico y sexual, en la finalidad última de la destrucción del cuerpo y de la subjetividad de la víctima.

¿Cómo el vínculo amoroso se transforma en relación de poder, sometimiento, humillación y maltrato?
Para ello la autora nos conduce a la violencia estructural y original que anida en nuestra condición humana, donde la dependencia amorosa se anuda con la apropiación del otro en un vínculo de poder y violencia que marcará el destino de nuestra existencia. Es prácticamente una conquista del último siglo, la participación de la mujer en la vida política y cultural, la autonomía y la libertad para decidir en su vida amorosa, en su maternidad. Esta libertad ha constituido para muchos hombres el efecto de una amenaza
insoportable y para ellos es una realidad, que confrontados a la diferencia sexual y al deseo femenino tratan la angustia que este vínculo les depara con el ejercicio de un poder y de una violencia que es la manifestación del vínculo sadomasoquista en el que están atrapados, que les conduce a la destrucción ciega del otro y que es la manifestación de la escasa separación del objeto materno y de una insuficiente elaboración edípica. En el maltrato no hay aceptación de la alteridad del otro. Se le niega la  existencia propia. Si define certeramente los perfiles psicológicos y mecanismos psíquicos implicados en el hombre maltratador, insiste también, advirtiendo de que ello nunca sirva de justificación del maltrato, de  la
«trampa mortal» en que algunas mujeres víctimas quedan enredadas al confundir el amor con la servidumbre, la dependencia y el sacrificio y cómo, proclives ellas a protegerse de la angustia con el amor de un hombre, aceptan la demanda de incondicionalidad y de exclusividad de éste, como la prueba segura de su amor con el que cierran el horizonte de su vida.

Piedad Ruiz hace una crítica razonada y lúcida de algunos conceptos freudianos y lacanianos que han sido utilizados como explicación de la sexualidad y de la subjetividad femenina, como el masoquismo
femenino, la envidia del pene o el goce Otro, que si bien tienen su operatividad en la clínica de la mujer, de ningún modo pueden usarse como llaves maestras para explicar la feminidad o la posición de víctima
de maltrato. Ése es precisamente uno de los objetivos declarados del libro, librar al psicoanálisis de la maldición de ser una herramienta de victimización doble de las mujeres al tratar de explicar el maltrato por las determinaciones subjetivas de la víctima.
Así, el tratamiento de la mujer maltratada que se desplaza entre la confusión, el miedo y la vergüenza,
exige un primer tiempo de reconocimiento y de acercamiento a su condición de víctima y no su cuestionamiento, de igual modo que el tratamiento del maltratador ha de estar presidido de entrada por la responsabilidad y la culpa y de otro modo no habrá tratamiento posible.

Este libro que enseña mucho a profesionales y profanos, necesariamente escrito por una mujer, por su mirada apasionada, comprensiva, solidaria y cómplice con el dolor de las víctimas, que no rehuye el compromiso ético de tomar partido y que no por ello es panfletario ni demagógico, nos habla del
maltrato, pero a la vez y por ello puede inquietar y molestar, habla también de la condición masculina que lo soporta, cuando el hombre no logra estructurar un vínculo deseante que parta del reconocimiento y de
la aceptación de la diferencia sexual y de la alteridad y se empantana entonces por el camino del poder y
de la destrucción del otro. El capítulo que cierra el libro es una reflexión sobre la condición sublimatoriadel deseo femenino, un deseo que nos propone caracterizado como «cercanía en la alteridad», y cuyo
despertar más allá de abocar en el maltrato tenga la fortuna de incidir en un nuevo modo del vínculo social, hasta ahora no verificado, pero posible.

Es una propuesta para una ulterior investigación sobre los avatares del deseo femenino, que por su interés
no deberíamos dejar caer en el olvido.

 

José María Redero Sanromán