De amor y servidumbre

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Un sujeto se constituye en dependencia radical del otro que lo acoge cuando nace. Es ahí donde se gestan las preguntas y respuestas que van a situar las coordenadas de nuestra posición en el mundo. Preguntas tales como: ¿por qué me quiere el otro? ¿qué desea de mí? ¿por qué no me quiere?

 

Publicado en la revista Diván el Terrible nº 27 diciembre 2004

(El fragmento clínico que se expone es una ficción resultante de una multiplicidad de casos).

 

Un sujeto se constituye en dependencia radical del otro que lo acoge cuando nace. Es ahí donde se gestan las preguntas y respuestas que van a situar las coordenadas de nuestra posición en el mundo. Preguntas tales como: ¿por qué me quiere el otro? ¿qué desea de mí? ¿por qué no me quiere? nacen con nosotros. Gloria, hija de madre psicótica y padre neurótico grave, se encontró precozmente enfrentada al desvarío. Desde muy niña, toma a su cargo, en solitario, la tarea de “curar” a su madre. En ello parece irle la vida. Intenta, incansablemente, instalar algún sentido en un entorno familiar de cruel sinrazón. A la par, Gloria argumenta así su singular desamparo: A mi no me quieren porque hago algo mal, me falta algo, no soy interesante, hablo poco, etc.…, etc.… Aferrada a esta posición, sólo ella es la responsable o, mejor dicho, la culpable, de los avatares de cualquier vínculo que establece, permitiendo incluso, llegado el caso, que el otro actúe  con absoluta impunidad.

Consulta por ciertos problemas de pareja que vienen de hace tiempo. Busca en el análisis alcanzar esas habilidades que supone que le faltan. El marido sostiene una extrema negación de cualquier falta, límite o vulnerabilidad. Vuelca en Gloria reproches, quejas, demandas de absoluta incondicionalidad, que ella interpreta como confirmaciones de su argumento de partida: Efectivamente, no me quiere porque me falta habilidad, algo hago mal, a veces soy muy torpe, etc.…

Por fortuna para el trabajo del análisis, la posición que Gloria mantiene manifiesta sus síntomas: cansancio, sobreesfuerzo, angustia, desconfianza en sus capacidades, disminución de sus recursos habituales, etc… Un día, ve en televisión un reportaje sobre mujeres maltratadas, donde hablan del “perfil psicológico” de dichas mujeres. Muy sorprendida, se reconoce ahí. ¿Por qué sí mi marido a mí no me pega, yo me siento como las mujeres a las que maltratan?, se pregunta Gloria. Este descubrimiento posibilita poner en cuestión la interpretación que, hasta entonces, venía dando a sus síntomas, y podemos iniciar el arduo camino de desanudar esa mortífera alianza de amor y servidumbre, en la que Gloria vive.

Es tarea del análisis interrogar a los síntomas que padecemos. Es en ellos donde se oculta siempre alguna verdad que nos concierne. Escuchémoslos como mensajes cifrados de advertencia, de que algo en nosotros se opone, se resiste a lo que tiene de colonización la dependencia del otro que nos acogió en el origen. Allí, en esa ineludible relación donde nos humanizamos, se gestaron al unísono las marcas del acogimiento y las marcas de la intrusión; dos caras que, en la misma moneda, sostienen nuestro existir.

 

 

Ana Martínez Rodríguez. Psicoanalista, Madrid