Sujetos del daño

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… el daño aparece con tal pregnancia, con tal función de unicidad, de realidad única que hasta el otro del daño desaparece y entonces cuando estos sujetos empiezan a hablar del daño, cuando quieren localizarlo, de pronto aparecen padres dañados, no solamente padres sádicos. Es decir, la escena del daño, del puro daño que se puede dar, por ejemplo, en escenas…

Seminario de Ana Martínez.Psicopatología y Clínica Psicoanalítica.

Sesión 9-5-17. Sujetos del daño.

Invitado: Francisco Pereña

Ana Martínez: Las preguntas que he preparado tienen como propósito ahondar en la comprensión de aquellos casos, que como sabéis, yo denomino hijos del daño. Espero que sean de vuestro interés. Nombro así a estos casos por dos razones: La primera, porque su primer encuentro con el vacío pulsional ha sido construido con el daño y la segunda porque estos sujetos parecen sostener su pertenencia en el daño mismo.

Me remito con esto último a lo que dice F. Pereña en su último libro Un delirio donde presenta y analiza el testimonio de Julio, y refiriéndose a estos pacientes que hoy nos ocupan dice que el daño pareciera ser para estos sujetos su prueba de realidad

Empezaré por referirme a aquéllos sujetos que no son conscientes de haberse construido en una historia de daño y que repiten en sus vínculos presentes dichas historias de una manera que podríamos denominar adictiva. Aquí nos encontramos con la repetición, de la que hablara Freud en 1914 Recuerdo, Repetición y Elaboración, donde dicha repetición está puesta al servicio de evitar la rememoración; aquello que el paciente no puede recordar, lo repite.

En Más allá del Principio del Placer, Freud se va a topar, precisamente, con la dificultad de entender esa repetición del daño y se pregunta por qué, ya que le cuestiona su tesis acerca de que lo que orienta la vida de los sujetos es la búsqueda del placer. Su respuesta va a ser recurrir a la pulsión de muerte como causa de la repetición conceptualizando la pulsión como un instinto, con lo cual el sujeto queda fuera y pulsión e inconsciente quedan desligados.

La propuesta de Pereña se desmarca de ésta y, al colocar al otro en el corazón de la pulsión, hace innecesario hablar de pulsión de muerte ya que lo destructivo queda explicado desde el seno mismo de la alteración pulsional. Y, por otro lado, permite restablecer la conexión entre pulsión e inconsciente, cuyo punto de encuentro se produce en el síntoma. Y respecto al concepto de represión, no la entendemos sólo como defensa, como ya sabéis, sino como necesaria para construir la subjetividad, el inconsciente, el síntoma que opere como límite a la pulsión.

Y, ahora, la segunda sería acerca de la repetición ¿qué relación hay entre represión y repetición? En tu propuesta, ¿tiene alguna utilidad considerar lo que Freud llamaba represión primaria u originaria para entender esta relación?. Y, qué relación hay entre lo que se repite, como forma de evitar el recuerdo, que era el primer caso que ponía, y la repetición propia del síntoma, que ya hemos hablado también aquí.

Francisco Pereña: Al hilo de lo que tú planteas, a partir de Freud, la repetición está en lugar del recuerdo. Yo creo que esto fue un malentendido. Tiene una parte que es cierta y es que hay algo que hace límite. La repetición es lo que hace límite a la elaboración misma, de manera que no habría elaboración ni represión si no hubiese un límite. Forma parte de lo que he llamado límite interno a la actividad pulsional, o cómo tratar el vacío pulsional. Todas estas cosas, más o menos, las habéis visto. Entonces, la cuestión del límite es fundamental para que haya elaboración. No es solamente que la elaboración crea un límite interno, que es verdad que lo crea, sino que lo crea como límite a sí misma. Porque la elaboración es limitada. Quiero decir que no es una elucubración, una fantasmagoría. Está limitada. Y, ¿por qué está limitada? Este es el punto. Todo Freud, desde El Proyecto de una psicología para neurólogos hasta Análisis terminable e interminable, Moisés…, todo él tiene una tesis constante con sus distintos avatares. La tesis constante, que es la que aparece ya en el Proyecto, es la cuestión de cómo huir de los impulsos internos. Yo puedo rehuir un peligro exterior, digamos, o puedo adecuarme a una satisfacción con un objeto exterior, pero no puedo rehuir los impulsos internos de la pulsión. Esto es, aparentemente, y en relación con otras explicaciones de Freud, un contrasentido porque, efectivamente, si hay excitación interna –estoy hablando de Freud- tú puedes, con un objeto adecuado, eliminar la excitación interna.

¿Qué es lo que le lleva a Freud a hablar de una constancia, no solo de un principio de descarga, sino de una constancia de la excitación? Toma el modelo de Fechner. Él tiene un apartado en el Proyecto, que fue mi punto de partida para repensar la pulsión. Me refiero a la diferencia entre acción específica y asistencia ajena. Concretamente es el apartado 11 de la primera parte del Proyecto de una Psicología para neurólogos. La acción específica, dice Freud, es justamente la excitación que puede satisfacerse o descargarse, como diría, con un objeto exterior adecuado. Es decir, el animal sabe dónde ir a comer, etc. Hay una relación entre la excitación y la satisfacción cerrada, codificada, que funciona –dice Freud- aunque no lo explica. No es así en el humano. En el humano necesita la asistencia ajena, asistencia del otro, la presencia del otro. Es decir, ahí introduce al otro en la pulsión. El niño no solo demanda alimento, demanda a la madre, no solo alimento como sería en la acción específica. En la asistencia ajena el niño demanda a la madre. Esto es, Freud lo dice; expresamente: es el origen de la moralidad y del lenguaje. No dice más. Bueno, introduce luego la alucinación, pero, bueno, no voy a explicar ahora todo el desarrollo del tema de Freud.

Esta cuestión de la asistencia ajena es crucial para entender a Freud. Entonces, lo que significa la asistencia ajena es que no hay una relación entre la excitación y el objeto adecuado de la satisfacción, no hay una relación adecuada. Entonces, ¿qué produce eso? Un estado permanente de insatisfacción pulsional. La pulsión se convierte en un estado sin objeto específico, en un impulso, en una actividad, y esto es muy importante porque todo se juega en la cuestión de la actividad del sujeto o de su pasividad ante la actividad pulsional, esa actividad pulsional que proviene, precisamente, de no haber un objeto adecuado a su satisfacción, sino que pasa siempre por el otro, con lo cual el otro es siempre un objeto inadecuado, sea por el simple hecho de que no es solo un objeto sino un sujeto. Con lo cual todo se ha complicado ya sin remedio para el humano. Está todo complicado sin remedio. Entonces, esto es el corazón donde Freud sitúa la represión, para entendernos. Es decir, ¿qué hacemos con esa situación interna que no encuentra su acción específica? Entonces, dice: hay que reprimirla. Verdrängung es también parar, parar la excitación de la pulsión, pararla.

Pero, claro, ¿esto cómo se para? ¿Quién la para? El problema es que hay que pararla desde dentro. Y ese es el trabajo de la represión. No es un exterior. No voy a extenderme sobre el cuadro epistemológico en el cual se desarrolla el pensamiento freudianoporque es muy complicado-, pero es importante que tengáis en cuenta este asunto: no se puede parar desde fuera. Por eso la represión es interna. No es igual que una defensa. Es interna porque crea límite interno. Entonces, la represión es parar la pulsión desde dentro de la pulsión. Por eso está bien la pregunta tuya sobre la represión originaria y secundaria. Freud se ve obligado a introducir la expresión represión originaria precisamente por eso, porque quiere ver el carácter que tiene la represión de parar a la pulsión desde el punto de vista, digamos, inicial, como primario y después (es una clasificación para mí poco rigurosa desde el punto de vista lógico, pero yo lo entiendo), él dice: es la cara de la represión que para la pulsión desde dentro. Y la otra cara es la represión secundaria, que es más bien del lado de todo lo que viene asociado a esa represión originaria que cae también bajo la represión.

Está mal planteado. Además, la cuestión no es la asociación. No se reprime por asociación ni se elabora por asociación. Es una incongruencia que vd. diga: Mire, el problema que tenemos los humanos, el que tiene el sujeto, es que la situación es interna y no encuentra un objeto exterior adecuado para su satisfacción, y que después utilice la asociación para explicar la represión, incluso la elaboración como si fuese un mecanismo exterior. No. Es a partir de la afectación del sujeto. Porque toda esta historia no tiene sentido. No es una elucubración metafísica, sino que tiene un punto de anclaje que es el dolor y la angustia. Porque esta historia de que haya una situación interna que no encuentra su acción específica, su objeto adecuado, lo que significa no es solamente que un mecanismo no funcione, que es siempre la ambivalencia de Freud: hablar de mecanismos y hablar de inconsciente. Pero a la vez habla de inconsciente como sistema, habla de mecanismo inconsciente. Es muy difícil de pensar. Y yo comprendo perfectamente el lío en el que se mete porque nuestra clínica es una clínica del sujeto. Toda la cuestión es que hay un sujeto. No un mecanismo ni un sistema. Y el sujeto está afectado. No es un problema de que haya una máquina no compensada o un sistema no compensado.

El problema es que hay un sujeto angustiado y dolorido. Porque está afectado, no está, simplemente, estropeado el mecanismo. Está afectado por el dolor y la angustia. Y este es el punto de partida. La angustia es el punto de partida de todo, digámoslo así. Por eso Freud se hace un lío con unos términos… –Vorstellung es representación- y utiliza, sin embargo, para hablar de represión originaria, un término más latino, que es Repräsentanz(representante). Entonces, ¿por qué usa representante psíquico? Porque no quiere usar representación psíquica. Y ¿por qué no quiere usar representación psíquica? Porque, efectivamente, él se da cuenta de que en la represión originaria es donde lo que hay es un sujeto afectado, no un mecanismo descompensado. Y esa afectación es el sujeto, por eso dice: es el representante psíquico de la pulsión –en el sentido de Repräsentanz no de representación- es el sujeto mismo. El sujeto de la pulsión. La pulsión es una actividad imparable, una excitación que no puede parar porque no encuentra su objeto adecuado, pero porque afecta a un sujeto. Entonces, toda la cuestión de la represión y la elaboración es localización del sujeto, es para localizar el sujeto. Entonces, ese sujeto afectado, ¿qué le va a pasar en la vida? Porque ya está afectado de raíz por el terror y la angustia. Y esta es la cuestión porque esa alteración, esa presencia del otro, no es que el sujeto se encuentre, desde el punto de vista digamos descriptivo, en una situación de desconcierto, o mejor dicho de desamparo. Aparte de que haya desconcierto, es desamparo. No es simplemente que no sepa vivir, sino que no sabe vivir como sujeto, en el hecho mismo de vivir, no en el hecho de saber. Entonces, la cuestión está en que esa afectación no está todavía modificada por el recuerdo. Precisando la represión originaria, porque ahí fue donde Freud se hace un lío para poder introducir la representación en el segundo nivel de la represión. No. La afectación del sujeto siempre es singular. Si fuese un mecanismo, diría ¿cómo lo arregla cada uno? No es eso. Es un sujeto afectado en su propia condición de sujeto y desde el principio y de raíz.

Entonces, la cuestión de esa afectación que no está muy claro…, son hechos; la cuestión del sueño, la cuestión de la represión, son las huellas singulares que deja en cada sujeto la alteración pulsional. Sobre eso es el trabajo de represión y sobre eso se produce el trabajo de elaboración. De manera que no habría elaboración sin represión, se podría decir, y realmente no podríamos hablar de represión sin elaboración, porque lo que ponen en juego tanto la represión como la elaboración es la cuestión del sujeto. Y, entonces, podríamos abrir un capítulo sobre las formas de anulación del sujeto, que se dan, que hay muchas y lo sabemos y lo encontramos en la clínica. Y tiene que ver, efectivamente, con la cuestión de la pasividad. Un sujeto reducido a la pasividad, por ejemplo, no es un sujeto. Porque no es un sujeto que padece. En el padecer la angustia o el dolor hay una actividad del sujeto. Esa es su particularidad. No es un recipiente vacío genérico. No es una matriz genérica. Es un sujeto particular y singular que está afectado por ese dolor y por esa angustia. Cuando yo hablo de repetición y del sujeto de la repetición, es porque hay un sujeto en esa repetición, de una u otra manera, hay que remitirse a la repetición pulsional, a la pasividad, a la anulación del sujeto por la actividad pulsional como única actividad. El „sujeto“ pura pasividad de la actividad pulsional. Ahí no hay sujeto. Entonces, la repetición llevada a sus últimas consecuencias es la repetición de esas marcas que es lo que los griegos antiguos llamaban el carácter. El carácter viene de ahí, del griego, de marcas indelebles. Y esas marcas indelebles son aquellas singulares a partir de las cuales un sujeto está determinado de raíz. No es el sujeto libre de los filósofos, es un sujeto determinado por un acontecer contingente pero que le determina como un sujeto y eso es lo que llamo sujeto del síntoma.

Ana Martínez: Cuando dices lo del carácter, te refieres a las huellas singulares, a las huellas mnémicas de las que hablaba Freud, ¿no?

Francisco Pereña. Eso es. Bueno, pues ese es el sujeto del síntoma. El sujeto del síntoma es un resultado de la relación de la pulsión y el inconsciente, es decir, de la pulsión con la actividad de un sujeto respecto a ese padecimiento de la angustia pulsional que le afecta y cómo hace con esa afectación. Si un sujeto con la afectación pulsional, la angustia, solo hace agresión, agresividad, podríamos decir que ahí el sujeto, que parece muy activo, está anulado en la propia actividad pulsional y, sin embargo, -ya que en algún punto lo preguntas- debo decir que los pasos al acto -dado que estoy hablando de una situación en la cual hay un límite interno a la elaboración y a la represión-, los pasos al acto, a veces, no hay que confundirlos necesariamente con la repetición pulsional. Con mucha frecuencia los pasos al acto son un modo de romper la inercia de la angustia y establecer la única palabra, la primera palabra de la demanda que es el llanto -dice Freud- o es el grito. En muchas ocasiones, sobre todo en la adolescencia, los pasos al acto son formas de resolver la inercia pulsional. Y no es, lo digo al hilo del planteamiento tuyo de los casos estos de seres dañados, no es la cuestión del acto repetido que en realidad (más que un acto, la repetición del acto es la repetición pulsional)siempre hacen lo mismo.

Ana Martínez. Voy a hacer otra pregunta con lo del daño. Eso que has dicho del paso al acto me interesa mucho porque has puesto en concepto y en explicación lo que a mí siempre me ha preocupado que es la diferencia entre acting out y paso al acto como yo la entiendo al menos. Yo creo que acabas de nombrar lo que ahora yo, diría…

Francisco Pereña. Y, acting out ¿qué es?

Ana Martínez. Pues lo que has dicho de la agresividad, cuando ésta es puro empuje pulsional. Es sólo una manera de poner diferencia.

Francisco Pereña. Yo no creo que haya diferencia entre acting out y…

Ana Martínez. Pero acabas de decir que hay pasos al acto que no son resultado del puro empuje pulsional y has explicado que es como el inicio de la demanda y el primer grito de la demanda. O sea, que ese paso al acto no es reiterativo, donde no hay sujeto. En ese paso al acto apunta el nacimiento de un sujeto. Y lo que yo llamaría, pero no digo que se tenga que llamar así, es una manera y no se me ocurre otra, sería una manera de distinguir unos pasos al acto de otros. Hay casos donde es puro empuje pulsional, reiterativo, agresivo…., sin que eso sea productivo para que el sujeto, digamos, para que acepte o inaugure su condición de sujeto y su demanda.

Francisco Pereña. Lo único que quiero matizar es una cuestión importante: no entendáis la cuestión del acto repetido (o esto que llamas tú acting out, o actividad pulsional)-, desde el punto de vista de que no haya sujeto, aunque el sujeto está anulado. A ver si me explico. Esa actividad pulsional es de un sujeto. Es la actividad pulsional la que anula a un sujeto. Es que es importante porque, si no parece que el sujeto viene ahí de vez en cuando. La actividad pulsional misma es singular y es del sujeto. Por eso no todas las actividades pulsionales se muestran igual. No es como la hiperactividad, que parece que es un hiperactivo, es decir, cualquier cosa y sin más. No, no. Siempre hay un sujeto por muy anulado que esté ahí. Y por eso toda actividad pulsional es absolutamente singular, aunque no haya sujeto que se haga cargo de ella.

Ana Martínez. Voy a hacer la siguiente pregunta. Me voy a referir ahora a aquéllos sujetos que permanecen en vínculos de daño, y aunque son conscientes de que están recibiendo daño todavía mantienen abierta la posibilidad de confiar en una salida. En tu análisis del texto de Julio, al diferenciar a estos pacientes de los psicóticos, afirmas que, a menudo, escuchamos a estos sujetos decir; tengo que empezar de cero y lo relacionas con un querer borrar lo acaecido con un ajuste de cuentas, una exigencia desesperada de reparación y una fidelidad al daño que pareciera ser para ellos una prueba de realidad, de la que no se desprenden y a la que no parece que puedan renunciar porque de este modo no renuncian a la deuda. Mi pregunta acerca de por qué estos sujetos no pueden separarse de las relaciones de daño y del significado de esa frase; tener que empezar de cero,apunta a que ambas cosas dan cuenta de su particular y extrema dificultad para elaborar la pérdida.

En su historia ha predominado lo sádico, no es posible la construcción fantasmática y, por tanto, no aparece la ambivalencia. ¿Cómo elaborar, entonces, la separación de los otros primordiales si no se puede dar la ambivalencia? ¿Cómo conservar al otro en su ausencia si ese otro solo ha sido una figura de daño? ¿Cómo no sentir tener que empezar de cero cuando las experiencias vividas no pueden ser elaboradas y el daño recibido desde el origen ha aniquilado su propia condición de sujeto? Mi reflexión apunta a que estos sujetos, en lo más íntimo, permanecen en ese vínculo de daño “a la espera“ de que el otro supuesto del amor, un otro, les ofrezca pruebas de amor. De ahí que se agarren a mínimas respuestas de reconciliación que les dejan de nuevo atados a ese vínculo. En su estado de espera, pareciera que algo de particular importancia para el sujeto tuviera que advenir. Recuerdo una paciente que decía: lo que pasa es que a mí me falta una vitamina. Y otra paciente, con largo recorrido de análisis, decía: algo tiene que pasar para que yo salga de esto. ¿Qué opinas de esta pregunta reflexión? ¿Qué podemos hacer en el trabajo con estos pacientes? Y, si se trata de propiciar una suplencia del fantasma sadomasoquista, como ya has dicho en otras ocasiones o hay algo más.

Francisco Pereña. Bueno…, generalizando, no digo ya los casos, hay algo en esta historia del daño, y efectivamente se ve mucho en los casos, que es la única realidad. Son gente fuera del mundo pero con un único mundo, a la vez, y ese mundo es el mundo del daño. Una cosa llamativa en estos casos es que, si tú quieres, digamos, localizar el daño, aparentemente es muy fácil. Pero, de verdad, que no hay que dejarse engañar por las apariencias. ¿Por qué? Porque el daño aparece con tal pregnancia, con tal función de unicidad, de realidad única que hasta el otro del daño desaparece y entonces cuando estos sujetos empiezan a hablar del daño, cuando quieren localizarlo, de pronto aparecen padres dañados, no solamente padres sádicos. Es decir, la escena del daño, del puro daño que se puede dar, por ejemplo, en escenas de tortura en las cuales hay un otro absoluto del daño, que es el síndrome de Estocolmo famoso, en situaciones de tortura o de secuestro, en las cuales, efectivamente, la aparición del otro absoluto del daño produce tal desconcierto que no hay nada que decir, no hay nada que hablar de ello. Pero sí que es verdad que en esa versión de los sujetos del daño, digamos, las causas del daño parecen tan evidentes y, sin embargo, no lo son. Siempre hay, en el agente del daño, hay un sujeto dañado cuando tú lo ves. Es decir, el daño del sadismo puro tú lo percibes a partir del sufrimiento del paciente, pero no está bien localizado el que se siente dañado, por ejemplo, por unos padres que, a su vez, son objeto de daño.

Ana Martínez. Pero eso en todos los casos ¿no? Quiero decir que en todos los casos se trata de que el sujeto se pueda dirigir al sujeto del síntoma que habita en el otro, en sus padres, por ejemplo, y desde ahí poder ir separándose y pudiendo entender el daño sufrido desde otro lugar y, en ocasiones, descubrir que no todo ha sido daño.

Francisco Pereña. Yo no voy a decir que no haya sido daño, puede que todo haya sido daño, pero ellos son víctimas también.

Ana Martínez. Sí claro, como cuando al final de un análisis descubres que tus padres hicieron lo que pudieron. Ellos también tuvieron unos padres que, a su vez, (…) y que eso hace que tú puedas también separarte e inscribirte en una cadena en la que…

Francisco Pereña. Bueno sí, pero vamos a ir por partes. Vamos a ver… Es que esto es importante para saber cómo se puede trabajar porque, como ellos realmente viven una escena de daño sádico, el problema es que en esa escena…, por ejemplo, una mujer absolutamente dañada, una madre tal…la frialdad, la descalificación, qué pelo llevas, qué falda llevas… todo un desastre. Sin embargo, esta chica cuando volvía a casa, el miedo que tenía era que la madre se hubiera suicidado. Bueno, te quedas asombrado cuando oyes eso. Para la madre lo que la hija hacía era un desastre todo. Sin embargo, en ese temor de la hija a que la madre se suicidara –se puede entender de varias maneras y eso depende de cada sujeto-, pero ahí hay un modo de decir que es una mujer desgraciada. Esto es importante en el trabajo. Así de sencillo de decir, pero, efectivamente, en la escena que construye el sujeto del daño, tú lo que percibes es un daño sádico: no han dejado ninguna opción. Ha sido aniquilado, devastado, etc. y es verdad: eso se ve en muchos casos. Y eso tiene un problema para el trabajo que es lo que hay que mover. Porque, claro, es que la causa está asegurada. Vamos a ver si me explico. Ese otro del vacío pulsional, en la escena de daño está construido como agente del daño. En ese pequeño detalle se juega la pertenencia, porque tengo asegurado al otro del vacío pulsional (por eso digo yo que no tiene nada que ver con la psicosis. Esa es la distinción que hacía yo en el texto de Julio), tengo asegurado que ese vacío pulsional está ocupado.

Ana Martínez. Y por eso el daño es la pertenencia

Francisco Pereña. Exactamente. Esa es la pertenencia y eso es el daño como objeto único.

Asistente 1. Me he perdido en esto. Si puedes…

Francisco Pereña. Es decir, yo no tengo vacío pulsional, tengo daño solo. Porque el otro del vacío pulsional, ese otro que he explicado al principio – no sé si lo explicado bien- que produce el vacío por el lugar de la asistencia ajena…Entonces se está despistado, no se sabe cómo vivir: el desastre de ser sujeto. Pues eso está asegurado por el daño del otro. No hay vacío. Es un agente de daño. Eso es lo que yo llamo la pertenencia y la unicidad que le da el ser objeto único. Y es muy difícil que puedan escapar de ahí. Y, sin embargo, es muy importante tenerlo en cuenta porque ese daño se ha convertido, a su vez, en una defensa contra el vacío pulsional. Y ahí empiezan los problemas porque es una defensa construida al hilo de lo más primario que impide, yo diría, la represión y la elaboración. No es que no haya opción de represión pero está obstaculizada por ese lugar del otro del daño que ocupa el vacío pulsional. Y esto es muy importante tenerlo en cuenta para trabajar con estos sujetos porque es muy difícil, porque son sujetos realmente dañados y algunos devastados. Pero solamente a partir de ahí porque, claro, en esa posición del otro causante del daño y que ocupa el vacío pulsional, es donde uno se engaña cuando escucha, dice: menuda madre, una madre feroz, devastadora. Evidentemente que sí, pero no es el otro absoluto del daño.

Ese punto preciso a la hora de trabajar con este sujeto, nunca hay que olvidarlo. Porque la cuestión es que tú la escena que recibes y que uno se engaña, valga el modo de decirlo, afectado por el daño del sujeto. Uno se afecta por daño tan grande y, sin embargo, tiene que tener la frialdad y la bondad y la generosidad de poder acudir en ayuda de este sujeto, desde donde él no quiere ser ayudado. Es decir: vd. ha hecho del daño la razón de su vida. Hay que crear al sujeto, moverle la escena del otro absoluto sádico. Moverle esa escena, dicho de ese modo pedestre y, a raíz de eso, la cuestión del daño toma otra dirección que es: vd. es un sujeto dañado, pero ante todo es un sujeto. No es un objeto dañado. Entonces, como sujeto dañado, la cuestión es cómo va a incorporar ese daño al hecho de vivir, a su vida concreta y suya, porque es suya. Con lo cual, desde la posición del otro absoluto del daño no hay ninguna posibilidad. Es inamovible. Solamente en la medida en que él sea un sujeto del daño, que le ha sucedido eso, tiene que hacerse sujeto activo de ese daño, que no agente. Digo sujeto activo porque el agente se hace con mucha facilidad. Él se hace agente con mucha facilidad repitiendo al agente del daño absoluto y él se daña confirmando la existencia del daño absoluto. Cuando yo digo: se tiene que hacer sujeto de ese daño, quiere decir: cómo hago con este año en mi vida, cómo vivo este daño. Y ahí está toda la cuestión de la pérdida que tú apuntas. Porque estos sujetos, una de las cosas más llamativas, es que no pueden perder. Evidentemente, no pueden perder.

Esto de empezar de cero… Yo tengo un paciente que me lo repite cada día y es una cosa muy complicada de entenderlo. Cada caso es cada caso. No creo que sea venganza ni nada de eso, pero creo que sí que hay, de entrada, una demanda de reparación en la que a su vez no creen, que es muy llamativo. Eso es tremendo. Es decir, ellos hacen demandas en las que no creen, es decir, no pueden articular demanda entonces. Si no cree en su demanda ¿cómo articularla? Pero, por otro lado, el empezar de cero están en el lugar de la pérdida, es decir, ¿cómo pasar del empezar de cero a pierda vd. esa posición del daño absoluto? ¿Cómo va a perder vd. la posición de ser el dañado absolutamente? De victimismo, en fin… Pero no quiero banalizar con una palabra… Pero, para entenderlo, es decir, soy víctima del daño absoluto. ¿Cómo va a perder esa posición? Un paciente me decía: yo huyo toda mi vida, me boicoteo, rompo…, (además lo hacía a la perfección. Cada vez que conseguía algo lo destruía. Solo lo conseguía para destruirlo), porque estoy huyendo de un pago… Así lo decía. Y yo lo llegué a entender muy bien porque, efectivamente, el día que este hombre conservara lo que quiere, ya no habría pago pendiente, ya no habría deuda pendiente. Él no quería saldar la deuda. Si él conserva lo que quiere, está solo con lo que quiere y entonces ya ha saldado la deuda, ya ha perdido al otro absoluto del daño. Él se hace sujeto del daño.

Asistente 2. En la medida en que el sujeto pierda el objeto único del daño, ¿aparece el vacío pulsional?

Francisco Pereña. Por supuesto que aparece. Hablo de sujetos bajo tratamiento… después de mucho tiempo, cuando eso sucede es que ya han perdido y cuando ya han perdido, ya no se encuentran con el vacío pulsional, se encuentran con la posibilidad del amor, como tú señalas, con la posibilidad de algo fundamental para estos sujetos: poder recibir algo de los demás. Algo fundamental para estos sujetos. No pueden recibir de los demás. Cuando ese recorrido se ha hecho ya pueden recibir de los demás, y cuando tú puedes recibir de los demás, tú ya puedes cuidarte, puedes cuidar al otro. Y ahí hay un cambio de registro donde ya el otro absoluto del daño se convierte en algo sintomático, no en una totalidad. Que es lo propio del síntoma. El síntoma siempre es parcial no es total.

Ana Martínez. Sí, entonces con esta frase tengo que empezar de cero se podría entender también como un modo ya de estar en la pérdida y pasar a ser sujeto del daño. En algún caso se podría entender así Vuelvo a esa paciente que, después de un largo recorrido de análisis, decía: tiene que pasar algo, tiene que pasar algo para que yo empiece. O sea, es como empezar de cero y tiene que pasar algo, esperando a algo, recibir algo, dar algo, hacer algo que instaurara un comienzo en el que el daño no fuera lo que definía todo, lo que sostenía todo y lo que era su pertenencia ¿no?

Francisco Pereña. Claro es que en ese empezar algo, hay un aspecto que hay que tener en cuenta en estos casos que es el vínculo transferencial. Porque, claro, en la medida en que se establece el vínculo transferencial, como no son sujetos psicóticos, en estos casos que estamos hablando, no es como cuando el sujeto te mete dentro del delirio persecutorio, por ejemplo, que se complican un poco las cosas. Estos sujetos es verdad que van a buscar el modo de sentirse dañados por ti, en el sentido de algo que no pueden recibir, pero algo les vincula. A la vez no pueden recibirlo y a la vez les vincula y yo en este caso, por ejemplo, de este empezar de cero, que es como una muletilla; llega se sienta: tengo que empezar de cero. No lo dijo desde el primer día, lo dijo pronto, es verdad, pero no desde el primer día y, entonces, es como una especie de mantra lo de empezar de cero, que yo entendí en su momento que se dirigía a mí. Pero ¿qué haces con eso? No sé. Yo no sabía qué hacer con eso: empezar de cero. Hacía alguna cosa a ver si echaba a volar alguna palabreja. Pero él no podía recibir entonces nada. Se quedaba única y exclusivamente con, lo que yo entendía que era, una demanda que encerraba en el hay que empezar de cero, encerraba ambas cosas, implicaba ambas cosas: una demanda y a la vez su encierro, su no articulación. Ambas cosas. Y, entonces, te deja a ti en una posición difícil siempre. Y hay que tener una paciencia infinita. Pero es verdad que después de tiempo y tiempo y tiempo, es verdad que un día dijo: ahora ya me entero de las cosas. Era verdad. No voy a contar el caso. Y, entonces, ese empezar de cero, que sigue diciéndolo, tomó otro cariz que era: si yo me entero quiere decir que yo empiezo a ser sujeto del daño. Porque una condición fundamental para mantener el daño respecto a un otro absoluto, sádico es que yo no me entere de que soy sujeto del daño y no solo objeto del daño. Si yo me entero que soy sujeto del daño, ahí las cosas cambian o pueden cambiar.

Ana Martínez. Sí, que no quede pasivizado por el daño, sino que sea sujeto y el daño se separe de él y no sea un objeto único y entonces puede sintomatizar y no quedar arrasada su condición de sujeto.

Asistente 3: Una pregunta: Lo de empezar de cero, ¿está en el lugar de la pérdida, es un modo de pérdida? O sea, no es que sea un tapón a la pérdida. Sería un empezar de cero…, un…

Francisco Pereña. Es complicado responder a eso porque es todo a la vez. Es un decir: voy a hacer algo con esto y, en ese sentido, está dicho reiteradamente al analista, es decir, el vínculo transferencial, reiteradamente y, a la vez, es no puedo hacer nada con esto. Tendría que empezar desde cero con otra historia, es decir, es una mezcla contradictoria. Por un lado, es una demanda, es decir, voy a empezar de cero, voy a hacer de esto otra operación, como cuando haces una operación matemática: No, vamos a empezar de nuevo, que de alguna manera es un deseo de plantear mejor las cosas. O sea, la ecuación está planteada, plantéela vd. bien. Vamos a plantear mejor las cosas. Pero a la vez está el otro, la otra dimensión de esa soledad absoluta que siempre resuena en estos sujetos. A pesar de su pertenencia hay una soledad absoluta de: no puedo recibir lo que me das. Porque, claro, tú a ese empezar de cero le diriges algunas palabras y ves que no las puede recibir. Esa es una posición que necesita mucho tiempo para que el sujeto pueda despejar esa incógnita. Empezar de cero es como una incógnita. Y están ambas cosas.

Asistente 3. Sería un poco como… Lo digo por la reiteración porque yo estaba pensando en otro caso que no tiene esa reiteración. Sería como una paciente que llega y dice: y qué te cuento hoy, como pues no sé qué contar, lo mismo de siempre. O sea, un poco como que…

Francisco Pereña. Esa te está colocando completamente fuera

Asistente 3. Sí y a la vez es una demanda. Es un modo de insistencia, de reiteración

Francisco Pereña. Puede ser, pero es peor que lo de empezar de cero

Ana Martínez. Sí, es peor

Asistente 3. Ya, pero es una forma de empezar luego.

Francisco Pereña. Puede ser, puede ser que sea una forma de empezar: primero te echo y ahora ya… Una vez que he declarado que no quiero recibir nada de ti podemos hablar. Porque ahí el punto clave es que no pueden recibir. Insisto, es fundamental eso. No lo voy a repetir más, pero es desesperante. No pueden recibir.

Asistente 3. Y luego, sin el matiz este de la reiteración, cuando dicen empezar de cero, claro, puede ser un paso al acto también. Por ejemplo, me cambio de ciudad porque tengo que empezar de cero…

Francisco Pereña. Ah, en ese sentido. Sí, pero eso es una ruptura del vínculo.

Asistente 3. Bueno, yo creo que es una respuesta a la desesperación de ya no saber cómo hacer para vivir y con otro absoluto maltratador que aparece en su vida y la arrasa, claro. Ha pasado algo que no depende de esta persona y entonces de momento… Ahora está con una frustración de que no ha podido hacer lo que ella quiere. Se frustra muy fácilmente. Pero a mí lo que me dio buena espina fue que estuvo dos semanas sin decírselo a nadie. O sea, lo pensó y lo decidió… O sea, que hay algo de querer hacer algo distinto con su vida.

Asistente 4. No sé si es la primera vez pero lo de recibir de los demás, ¿por qué tanta dificultad?

Francisco Pereña. Porque para recibir hay que perder. Tiene que estar en falta, tiene que perder. Él está lleno de daño.

Ana Martínez. Tiene que perder a los padres infantiles.

Francisco Pereña: Si no está en falta no puede recibir.

Asistente 5. Yo tengo la sensación de que con estos pacientes al final lo que acaba funcionando es que vean que sigues ahí y que esperas…

Francisco Pereña. Esa es la condición…

Asistente 5. … y que descubran un vínculo diferente. Yo, los dos pacientes que tengo así, rechazan hablar esto pero te dejan que les cuides.

Francisco Pereña. Bueno, eso no está mal. ¿Rechazan hablar de esto…?

Asistente 5.

Francisco Pereña. Y, ¿de qué hablan?

Asistente 5. Pues, te cuentan su vida pero no entran a trabajar nunca. Te lo cuentan como el daño que reciben.

Francisco Pereña. No. No trabajan esto. Eso siempre es así. No lo trabajan desde dentro porque para trabajar tendrían que elaborar y ser sujetos del daño. Ellos son asiduos del daño. Ese es el problema.

Asistente 5. Yo trabajo en institución, entonces el poder estar ahí, seguir ahí y cuidarles… Ver que todo tiene una…, que no se les va a sancionar, que se espera una vuelta de todo, al final es lo que hace que se descubran en un vínculo distinto.

Francisco Pereña. Eso es. La cuestión del vínculo es importante porque, efectivamente, la clave está ahí, cuando ellos mismos –y eso se les ve muy bien-, cuidan el vínculo. Ahí hay una clave importante porque ellos aunque, aparentemente tú ves que no hay elaboración, que no reciben, pero ese cuidar el vínculo es ya la condición de posibilidad de que las cosas cambien. Ese es el primer dato, el hecho, digamos, de que las cosas tienen posibilidad: que ellos mismos cuiden el vínculo. ¿Por qué? Por esto que he dicho antes: ahí conservan algo que quieren, luego si conservan algo que quieren, hay un sujeto activo.

Ana Martínez. En estos casos pensaba en lo pertinente de lo que dijiste hace ya rato y es el tema de la clínica del sujeto: dirigirnos al sujeto desde el minuto uno, quiero decir a localizar al sujeto, a propiciar que se pueda vivir como sujeto.

Asistente 6. Yo también tengo una duda en relación a lo que comentas de la dificultad para recibir. En mi trabajo nos cuesta un poco, a veces, diferenciar (yo también trabajo en lo institucional y sobre todo con familias y madres de adolescentes, algunas de ellas víctimas de violencia de género…). Entiendo perfectamente lo que dices de la dificultad de recibir, pero nos cuesta diferenciar esa línea un poco farragosa de cara al profesional en la que, lejos de tener dificultad para recibir, lo que se produce es cómo irse al otro polo donde todo el discurso que tienen estas personas va encaminado a lo que a mí me ha pasado, lo que yo merezco, lo que me tiene que dar…

Francisco Pereña. No piden. Exigen. No pueden recibir.

Asistente 5. … Es la demanda que no se creen.

Asistente 6. La sensación que tenemos es que ese daño les da entidad.

Francisco Pereña. Sí, evidentemente. Les da identidad como objeto. Ese es el problema…

Asistente 6. Es como que, si no lo haces, te tienes que responsabilizar de que tienes…

Francisco Pereña. Exactamente… Al darle identidad como objeto ya no pueden ser sujetos del daño, ya no pueden recibir ni pueden tener deseo propio. Solamente la pasividad convertida en exigencia: a ver lo que me das, porque yo no soy sujeto del daño. Soy dañado y tengo derecho a… Por eso es muy delicado. Hay que tener mucho coraje y mucha generosidad como dije antes, para ir a por el sujeto. Y no contentarse con la (…) del daño absoluto.

Asistente 6. Al final lo que acabamos intentando es: vale, tú que puedes hacer con todo esto? Si no, es una puerta, otra puerta y a todas es la misma llamada de: me tenéis que reparar, me tenéis que reparar…

Ana Martínez. Y, además, nunca es suficiente, como si nunca fuera suficiente lo que se hace. Nunca es suficiente (…) lo que no le han dado.

Asistente 5. Yo quería hacer una pregunta: Estos chicos, cuando intentan enfadarse o ajustar cuentas con los padres de alguna manera, reclamarles por qué han pasado las cosas, ¿qué pasa cuando se encuentran con sujetos tan dañados que no se pueden ni enfadar con ellos, ni dirigirles…

Francisco Pereña. ¿Los padres?

Asistente 5. Sí, porque ni se pueden enfadar…, parece como un callejón sin salida.

Francisco Pereña. Este es el problema. Hombre no es un callejón sin salida. Esa es la cuestión que hay que usar justamente. Es el punto que hay que usar, valga la expresión, para que articulen la demanda fuera de los padres.

Asistente 5. ¿Lo puedes explicar un poco más?

Francisco Pereña. En la medida en que ellos no puedan articular demanda alguna a los padres, están en condiciones de hacer el duelo del daño y dirigir su demanda a sitios articulables.

Ana Martínez. Esto que dices es muy importante y me hace pensar en algunos casos que he atendido donde pareciera que en sus análisis anteriores les hubieran protegido de no enterarse de la magnitud del daño recibido. Una cosa es que no propiciemos que el paciente tenga que hablar y hacer un relato pormenorizado de sus experiencias traumáticas, las cuales, en algunos casos no se pueden elaborar, y otra cosa es que se le proteja para que no se entere del daño. Mientras no se entere de ese daño no se va a poder desprender de ese lugar de objeto del daño, no va a poder pasar a ser sujeto del daño y entonces no va a poder articular su demanda por fuera de los padres. Recuerdo un paciente bastante joven con el que llevo tiempo trabajando que ante la disyuntiva en un momento determinado de vivir con la madre o con la abuela, claramente le indico que no puede vivir con su madre ya que la relación cotidiana con ella tenía en él efectos devastadores.

Como sabéis en la clínica del sujeto trabajamos con la construcción, no utilizamos la interpretación. Apuntamos a comprender la posición que el sujeto toma en aquello que estemos trabajando, así como propiciamos poder entender la posición que toma el otro, la madre, la pareja, etc.. Se trata de pensar al otro y a uno mismo como sujetos del síntoma.

Como os decía en diversas clases, con estos pacientes suelo investigar qué figuras hubo en su pasado o hay en su presente que resultan benéficas psíquicamente para ellos. Es habitual que a algunos les pase desapercibido el papel que estas figuras jugaron en su pasado o pueden significar en el presente. Esto tiene su efecto y colabora entre otras cosas en poder salir del todo daño y en preguntarse qué hace este sujeto ante un vínculo donde no predomine el daño. ¿Pudo recibir de ese vínculo?, ¿lo puede hacer ahora?…

Recuerdo una paciente que pudo descubrir en su análisis la importancia que tuvo una vecina, a la que ella visitaba con cierta asiduidad en su infancia, algo que antes nunca había pensado. Este vínculo le posibilitó no quedar toda ella capturada en el lugar de objeto del daño, pudo rescatar su condición de sujeto. En definitiva, en muchos de estos pacientes, de lo que se trata es de que puedan llegar a dirigirse a otros vínculos donde poder articular su demanda, lo cual, cuando sucede, suele ser después de bastantes años de trabajo.

Asistente 3. Y, ¿alguna pista para el tratamiento, o sea, para la intervención con esto de la actividad, la pasividad, la inclusión y la exclusión? Y la demanda claro…

Francisco Pereña. Pues…, así…, habrá que ver sobre la faena, por dónde embiste el toro. Habrá que ver por qué lado se puede entrar. La cuestión sobre esto que decía Ana ahora, efectivamente, tú no puedes condenar al sujeto –hay que tener coraje, generosidad- porque no puedes condenar al sujeto, al pobrecillo, es una manera de condenarlo y entonces toda la opción de uno como terapeuta es dirigirse a ese sujeto del daño, que tiene que aparecer en algún lugar. Entonces, la pista es siempre rastrear algo que el otro pueda recibir. Es decir, ver dónde puedes enganchar con algo que el sujeto pudiera recibir, de lo que tú das. Para eso es importante no hablar por hablar, saber lo que se dice y tener muy claro, devolver algo que uno realmente ha escuchado y que es de él. Es decir, esto que decía Ana de la interpretación, es verdad. Yo me separé de la interpretación porque me di cuenta que era siempre un código que tú ponías por fuera. El problema de la construcción, por lo menos tal como en la época de Freud se entendía, o de Benjamin…, todos estos que pensaban una construcción, era efectivamente, rastrear los datos en sentido freudiano como el de la arqueología…. Y, entonces, el problema es que tú puedas devolver algo que es de él, que has escuchado realmente que es de él. No es decir palabra por palabra para a ver si… Hay que tener mucho cuidado en que sea de él lo que le das para que él tenga la opción de recibirlo. No sé otra pista.

Asistente 3. Sí, porque hay veces que resuena algo que podría…, pero a lo mejor es demasiado temprano para que sea de él.

Asistente 7. Tengo una pregunta. Tengo una paciente que tiene una madre que la ha dañado muchísimo y ella repite haciendo a otros lo que le hacía la madre. Es decir, ella daña a sus parejas de la misma forma que la madre lo hacía. Cuando yo intento aproximarme para decirle algo de esto, ella siente que mi intervención la daña y se llena de una gran impotencia y rabia… Siempre intento decírselo con tacto, con cuidado, para mostrarle lo que hace, pero ella no lo puede escuchar porque es como si yo la atacara. Yo le digo; mira, estás siendo como tu madre. Ella dice que detesta a la madre, que lo que menos quiere es parecerse a la madre. A veces se da cuenta que se parece a la madre pero, por más tacto que yo tenga a la hora de hacer la intervención, ella se siente dañada. La recibe pero no la recibe del todo.

Francisco Pereña. Lo interesante de eso que cuentas es ¿por qué va a tratamiento? ¿Tiene un sistema de venganzas bien equilibrado?

Asistente 7. ¿Por qué fue a tratamiento? Ella no tenía ningún tipo de conciencia de esto, digamos, de que ella era agente del daño. No tenía ningún tipo de conciencia de esto pero se sentía muy perseguida, constantemente perseguida por las demás y criticada. Vino básicamente por eso. Y luego empezó a hablar. Tenía una relación de pareja y al chico le hacía exactamente lo que la madre le hacía a ella. El modus operandi era idéntico.

Francisco Pereña. Es una auténtica perseguida perseguidora

Asistente 7. Ella misma dice que es una cabrona. Cuando tiene…, así un pequeño atisbo de tal…, dice: es que yo soy muy cabrona.

Francisco Pereña. Es interesante. La cuestión ahí es qué le lleva a ser ella, no sujeto del daño, sino agente del daño. ¿Qué le lleva a ese lugar? Es un sistema de venganzas por lo que tú señalas, pero ahí es interesante la cuestión de si ella, ese sistema de venganza… Por eso te preguntaba por qué iba a tratamiento. Porque, en principio, si ese sistema de venganza le funciona como satisfactorio –no tendría sentido fuera del tratamiento-, pero lo persecutorio ahí, como dirían los kleinianos, es proyectivo: ella se persigue a sí misma y no estaría mal que lo apuntaras por ahí, porque lo que hace con la pareja es una especie de engaño, como se dice, de cebo para maltratarse ella. Y ella, probablemente, hay algo que no puede recibir de ti porque, a lo mejor, no ha llegado a poder recibirlo como algo de ella. Quiero decir que hay algo que probablemente… ¿Ella hace lo mismo que la madre? Pues a lo mejor no es del todo cierto. No lo sé.

Asistente 7. No es del todo cierto. Ella después se siente culpable y la madre no tenía ningún tipo de culpa. Ella se recrimina.

Francisco Pereña. Entonces, ella lo que hace es que se persigue a sí misma y maltrata lo que quiere. Quizás tendrías que…, yo qué sé, no conozco el caso…, apuntar por ahí.

Asistente 7. Que se persigue a sí misma…

Francisco Pereña. Sí, dañándose. Se hace agente del daño de sí misma. Sí hay algo de ese orden. Se persigue mucho. Entonces, claro, lo persecutorio convierte a todo el mundo en agente de daño, aunque sean víctima de ella. A ver si es posible que esta mujer se vea…, Porque hay condiciones, por lo que cuentas, para que ella pueda verse como agente del daño.

Asistente 7. Sí, ella se ve, por momentos se ve, lo que a mí me llama siempre la atención es que, cuando lo escucha, se llena de una impotencia tan radical y un enfado… Es como que no lo pudiera soportar.

Francisco Pereña. Tú dices dos veces la palabra impotencia. Probablemente ahí está la clave de porqué esta mujer no puede hacerse cargo del daño que hace. Pregúntaselo a ella. Hay algo de eso. No puede hacerse cargo del daño que hace. Entonces, ahí hay una operación de cierre, de ángulo ciego, que ella no puede ver. Y, entonces, cierra el daño recibido con el daño que hace y hace ahí un acoplamiento que la deja muy paralizada. Por eso repite impotencia. Porque es parálisis probablemente.

Ana Martínez. Quiero dar las gracias a Pereña por su asistencia a esta invitación del grupo, por todo lo que nos ha esclarecido y por ayudarnos a seguir pensando. Por otro lado, quiero deciros que dedicaremos la próxima clase a ahondar en el tema de la represión a la luz de las respuestas de Pereña a mi primera pregunta porque creo que a varios nos ha suscitado algunas cuestiones que estaría bien revisar.

 

Fin de la sesión.

Transcripción y adaptación: Teo Fiunte